El retorno del hijo pródigo (cuadro de Rembrandt, 1662)
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El retorno del hijo pródigo. Cuadro repleto de simbolismos a través de los cuales Rembrandt quiere mostrar el poder y la ternura de Dios que perdona, acoge e ilumina a la humanidad abatida y pecadora que acude al refugio de la gracia divina. El cuadro se inspira en la parábola del hijo pródigo contenida en la Biblia. La parábola del evangelista Lucas (c.15, v.11-32), representada en este cuadro, también es recordada como «Parábola del Padre misericordioso». La escena representa el momento cumbre del perdón del padre frente al hijo arrepentido de su propia conducta. En 1766 fue adquirido por la Zarina Catalina la Grande e instalado en la Residencia de los Zares en San Petersburgo, capital de la Rusia Zarista, en lo que hoy es el Museo Hermitage.
Descripción del cuadro
El cuadro, pintado en esplendorosa técnica del claroscuro y del tenebrismo, rasgos definidores de la pintura barroca, representa dos grupos de personajes. A la derecha del cuadro, el abrazo entre un anciano y un joven harapiento, y a la izquierda, cuatro espectadores u observadores de la escena dos hombres y dos mujeres.
Se observa al padre abrazando al hijo arrepentido mientras los súbditos contemplan la escena. Los súbditos se encuentran en un segundo plano con poca luminosidad, mientras que el padre y el hijo reciben la luz de la obra. El padre está bien vestido junto con sus súbditos, pero el hijo va con unas túnicas sucias y pobres y sin uno de sus zapatos. La escena se desarrolla en una pequeña sala.
Se destaca en el cuadro la luz centrada sobre el abrazo entre los protagonistas de la escena. También aparece iluminado uno de los cuatro espectadores, en el que surge en el extremo izquierdo.
La luz emana del anciano, el Padre de la parábola del hijo pródigo, y vuelve hacia él. Destaca también el juego de colores: la gran túnica roja del Padre, el traje roto en dorado del joven -el hijo pródigo- y el traje similar al del padre del espectador principal -el hijo mayor de la parábola-. El fondo es oscuro a fin de que resalte más la escena principal.
Rasgos y simbolismos
- Los rostros y las miradas: Merece contemplarse con detenimiento el rostro del Padre, que se muestra íntegro, y los rostros de los dos hermanos, que sólo aparece en una de sus faces. La mirada del Padre aparece cansada, casi ciega, pero llena de gozo y de emoción contenidas. La cara del hijo menor trasluce anonadamiento y petición de perdón. El rostro del hermano mayor aparece resignado, escéptico y juez. El hijo mayor, correctamente ataviado, surge en el cuadro desde la distancia.Rostro del padre al abrazar a su hijo
- La fuerza del abrazo y de las manos del Padre: La centralidad del cuadro, el abrazo del reencuentro entre el Padre y el hijo menor, emana intimidad, cercanía, gozo, reconciliación, acogida. El Padre estrecha y acerca al hijo menor a su regazo y a su corazón y el hijo, harapiento y casi descalzo, se deja acoger, abrazar y perdonar. ElPadre impone con fuerza y con ternura las manos sobre su hijo menor. Son manos que acogen, que envuelven, que sanan el simbolismo del gesto cristiano y religioso de la imposición de las manos.Las manos del padre abrazando el cuerpo del hijo
- La mano izquierda. Sobre el hombro del hijo, es fuerte y musculosa. Los dedos están separados y cubren gran parte del hombro y de la espalda del hijo. Se nota cierta presión, sobre todo en el pulgar. Esta mano no sólo toca, sino que también sostiene con su fuerza. Es una mano de gran firmeza.
- La derecha. Es fina, y suave. Los dedos están cerrados y son muy elegantes. Se apoyan tiernamente sobre el hombro del hijo menor. Quiere acariciar, mimar, consolar y confortar. Es la mano de una madre.
- Los pies. Reflejan la historia de un viaje humillante: el pie izquierdo, fuera del calzado, muestra una cicatriz, al mismo tiempo que la sandalia del pie derecho está rota. La ropa es vieja, de color amarillento y marrón, está estropeada, y el personaje ha sido representado con la cabeza rapada. Sin embargo, lleva ceñida a la cintura una pequeña espada. El único signo de dignidad que le queda Es el testimonio de su origen, el único vínculo que le queda de su historia, la única realidad que todavía le une al Padre.Los dañados pies del hijo
- El rostro. No se advierte, pues el joven lo hunde en las vestiduras paternas. No quiere mostrar íntegro su rostro, sus intenciones -"Me pondré en camino y le diré... ¡Padre, he pecado contra el cielo y contra ti!...Trátame como a uno de tus jornaleros".
- Grupo. A la derecha del grupo anterior se sitúa el hermano mayor. Existe un parecido entre éste y su padre, tanto por la barba como por sus atuendos. Es un hombre alto, de postura señorial y rígida, lo cual se acentúa con el fino bastón que sostiene entre sus manos.
Completan el cuadro tres personajes más, un hombre sentado que se golpea en el pecho, posiblemente un administrador, y, en último término un recaudador de impuestos al que tan sólo se le intuye el rostro, totalmente ensombrecido y, por tanto, difuso. Por detrás una mujer. Estos personajes son también testigos de los hechos que están teniendo lugar, pero su papel es secundario. Rembrandt ha querido otorgar el protagonismo a las otras tres figuras, que se agrupan originando dos centros (padre y hermano menor a la izquierda, y hermano mayor a la derecha). Destaca ante el espectador el espacio que se abre entre ambos grupos y que ocupa el centro de la composición.