Teatro vernáculo cubano
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Teatro vernáculo cubano. La escena cubana del XX recibió el legado del Antecedentes del teatro bufo cubano y lo desarrolló en diálogo con el nuevo contexto estético e histórico-social. Las capacidades histriónicas adquirieron más relevancia con la ampliación de la gama de personajes tipos; se mantuvo el costumbrismo, el tratamiento privilegiado de la actualidad y el humor, mediante la parodia y la sátira, sobre todo la sátira política. Los espectáculos se caracterizaron por el mayor despliegue de recursos en la escenografía y el vestuario y por una presencia musical de superior elaboración en la que intervinieron grandes figuras de la composición y la dirección orquestal que popularizaron nuevos ritmos, tales como los maestros Manuel Mauri, Jorge Anckermann, Gonzalo Roig, Eliseo Grenet y Rodrigo Prats a quienes se deben páginas antológicas de la música cubana que surgieron para formar parte de un espectáculo teatral , algunas de las cuales luego ganaron independencia como números musicales favoritos del público. Tomó un papel preponderante la revista como género, en consonancia con la tónica de la escena internacional, y se acentuó el componente erótico.
Surgimiento
Este teatro, denominado en su momento como “teatro cubano”, trascendió su época bajo el nombre de “teatro vernáculo”, bajo el cual ha llegado hasta los días que corren. El siglo donde emergió se inició marcado por las consecuencias de la segunda guerra de independencia –que se libró entre 1895 y 1898, y tras la cual la intervención de los Estados Unidos impidió a los cubanos obtener su verdadera independencia–, con altas cifras de criminalidad y prostitución, en un clima político de corrupción, cacicazgo y clientela, de inconsecuencia y traición por algunas de las principales figuras políticas a los nobles ideales por los que se había luchado.
Porqué el vernáculo acumuló gran parte del público
Sujeto al libre juego del mercado, esta expresión teatral refractó hasta donde le fue posible los diversos intereses concurrentes en
Al igual que el bufo en su momento, el vernáculo capitalizó la mayor parte del público y la actividad teatral con un nutrido grupo de conjuntos de diversos formatos que se presentaban en las variadas instalaciones teatrales de la capital. Con frecuencia realizaban giras por diversas regiones del país y organizaban temporadas en las principales ciudades hasta que se agotaba el repertorio. Entre las principales compañías del género se hallan la de López- federico-villoch-Arias que convirtió en leyenda al Teatro Alambra y la de Pous-Gomís, la única que entre todo el resto, pudo emularla.
Principales figuras que representó
Entre sus principales figuras se cuentan Regino López, Federico Villoch, Arquímedes Pous, Manuel Arias, Sergio Acebal, Julio Díaz, Ramón Espígul (padre e hijo), Luz Gil, María Pardo, Amalia Sorg, Mario Sorondo, Julio Gallo, José Gomís, Nono Noriega, Agustín Rodríguez, Rafael Palau, Raimundo Valenzuela, Federico Piñero, Alberto Garrido (padre e hijo), Blanca Becerra, Consuelo Novoa, Mario Galí, Alicia Rico, Candita Quintana, Adolfo Otero, Fernando Mendoza, Leopoldo Fernández, Aníbal de Mar, Enrique Arredondo, Lolita Berrio, Antonio Castells, José Sánchez Arcilla, José Sánchez Galárraga, Carlos Pous, Gustavo y Carlos Robreño, JOsé Sanabria, Armando Bringuier, Raúl del Monte y tantos otros.
Su apego al tratamiento de la actualidad, recurso seguro de éxito en el mercado, resultaba irreconciliable con una ambición de trascendencia ideotemática o con un espíritu de innovación formal, al tiempo que le hizo reiterar hasta el agotamiento fórmulas artísticas ya probadas. Aún en la década del cuarenta el Teatro Martí, sede entonces de la compañía de Garrido y Piñero, continuó presentando piezas del repertorio alhambresco, de carácter circunstancial y político, que eran sometidas a un pertinente proceso de actualización.
Tras el triunfo de la Revolución

No obstante, su peculiar manera subversiva, basada en la irreverencia y el desenfado satírico, el particular histrionismo de sus intérpretes y su relación cómplice con el público continúan presentes en la esencialidad del modo teatral cubano y en los códigos de comunicación de su público con la escena.