Cueva de María Teresa
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Cueva de María Teresa. Perdida durante más de un siglo a la investigación científica y descrita en la novela Sab por la escritora camagüeyana Gertrudis Gómez de Avellaneda, la cueva de María Teresa guarda testimonios gráficos de uno de los sitios ceremoniales de los indocubanos.
Localizada a 120 m sobre el nivel del mar, en el este de la agramontina Sierra de Cubitas, y fue publicada por primera vez en 1841 en la capital española.
El Hallazgo
La oquedad, una grieta de aproximadamente 30 m de longitud y 75 de ancho, en el fondo posee un mural de pictografía aborígenes considerado por el doctor Antonio Núñez Jiménez una sucesión de especies zoológicas muy geometrizadas.
Rombos, triángulos, conos y círculos, entre otros elementos, figuras en las ilustraciones las cuales radican en la pared y en un saliente del techo utilizado, al parecer, para realizar la ubicación de los dibujos.
El contacto de la ciencia con ese reciento arqueológico quedó interrumpido en los más de 10 años trascurridos desde las preferencias a la gruta en el Artículo adicional a los apuntes para la historia de puerto príncipe, difundido en 1839 y las visitas científicas a María Teresa en los años 70 de la actual centuria.
La alusión de 1839, que ofrece la primera referencia histórica a pinturas indígenas en cavernas del país, expone: La cueva (…) es una sola sala espaciosa llana y de buen piso (…). En sus paredes se advierte, una cenefa igual a las de algunas de nuestras habitaciones, lo que persuade, que no es obra de la naturaleza, y más si se atiende a la igualdad del dibujo, a la figura de los colores, a las proporciones, se infiere que dicha cenefa es porciones (…) se infieres que dicha cenefa es obra de los antiguos que tal vez vivieron o se alojaron en algún tiempo, porque no puede ser otra cosa (…). En la práctica la espelunca estaba perdida a los efectos de los pesquisajes pues no había sido posible, localizarla hasta que en 1974 espeólogos camagüeyanos la encontraron, pero no detectaron las ilustraciones indocubanas.
La undécima sala
Cotejados los datos publicados acerca de la oquedad con los obtenidos en la inspección ocular contemporánea, surgieron peculiaridades valoradas así por Núñez Jiménez:
”Al leer el relato de la avellana vemos que habla, al referirse a ala Cueva de María Teresa, de la”undécima sala… y que los abismos que le siguen son las enormes bocas del infierno” Más adelante, al narrar e descenso, apunta”… la baja, que es peligrosa”.
”Si eliminamos del relato la”undécima sala”, ya que aquella espelunca no puede hablarse de más de dos o tres salones, la descripción de la gran poetisa se corresponde con la cueva estudiada, sobre todo por la existencia de la cenefa pictográfica de la cual había mencionados relatos de 1839 y 1841, lo que nos lleva a identificar por ahora la cueva localización con la de María Teresa” (…)
Mural Faunístico
El mural tiene una extensión de poco más de 10 metros y puede considerarse dividido en 2 partes principales, entre las que, en un espacio de á metros, sólo hay un dibujo.
Según observaciones del mencionado científico, ' algunas de las pinturas de "María Teresa", enclave integrante ce la región pictográfica de Cubitas, sugieren la presencia de fa jutía, iguana, saurios y ofidios.
Los dibujos, atribuidos a agricultores-ceramistas, nombre para designar a subtaínos y taínos debieron encerrar objetivos mágicos para esos individuos, miembros de los grupos culturales aborígenes más desarrollados del archipiélago cubano. Las referidas gráficas poseen, por su estilo y color pardo rojizo, similitud con las pictografía de la cueva de Pichardo, distante 5 kilómetros: donde el principal de los dibujos es un cemí o ídolo antropomorfo (figura humana), con cierto grado de estilización.
De acuerdo con estudios de arqueólogas de Camagüey, las frutas con ilustraciones indígenas de la Sierra de Cubitas sólo fueron empleadas para fines ceremoniales por las comunidades que habitaron en el Valle de Cubitas, al norte de la pequeña cordillera Tales puntos de vista añaden que los antiguos pobladores de la llanura costera se trasladaban a sus recintos sagrados por las obras cársicas o fallas secundarias del macizo montañoso, conocidas por pasos, y las cuales aún son utilizadas para la comunicación entre el norte y el sur, y viceversa.
Reto a los siglos
Después de tanto tiempo excluido de las investigaciones científicas, "María Teresa" resultó detectada a causa del tesón y la perseverancia humanos.
Allí, entre el "diente de, perro" cubiteño sigue custodiando tesoros que el transcurso de los siglos no ha podido -destruir, y que el hombre tiene el deber de preservar. Las citas fueron tomadas de "Cuba: dibujos rupestres", de Antonio Núñez Jiménez. Las gráficas son del mismo autor.
Fuentes
- Silva Silva, Adolfo. La cueva de María Teresa. Periódico Granma, 20 de enero de 1990. Consultado en: Biblioteca Provincial Julio Antonio Mella, Camagüey.