Nicolasa Pedraza y Bonachea
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Nicolasa Pedraza y Bonachea. Maestra santaclareña con una gran fe cristiana que desempeño su labor entre los siglos XVIII y XIX.
Síntesis biográfica
Nicolasa Pedraza y Bonachea; nace en Santa Clara, provincia de Villa Clara, Cuba un 6 de diciembre de 1770. Pierde a sus padres a los 17 años de edad y es a partir de ese momento que se dedica en cuerpo y alma a la enseñanza y educación de los niños santaclareños, labor encaminada hacia la práctica de la virtud, que se sustentaba en la fe cristiana y que apuntaba al bien de los demás y de la sociedad cubana en el siglo XVIII y primera mitad del siglo XIX.
Vida religiosa
Nicolasa al dedicarse a este apostolado, renunció al matrimonio para así consagrarse a la enseñanza de los niños, que iba acompañada de una frecuente práctica religiosa. De hecho, según el juicio de Francisco Díaz de Villegas, recogido por Manuel Dionisio González, señala que “su vida y goces se concretan a estar encerrada en su escuela, sin hacer otras salidas que a la iglesia #65533; Además fue profesora de Eduardo Machado, Antonio y Guillermo Lorda, Miguel J. Gutiérrez, Tranquilino Valdés, Arcadio García y de otros que se entregaron de lleno a la causa de la Independencia, quienes reconocieron en ella ya no sólo como la que les enseñó el arte de leer y escribir en medio de una sociedad iletrada, sino, sobre todo, el amor a la patria, y a la práctica de la virtud.
El Legado de la Maestra Nicolasa
En 1894, después de varios intentos por reconocer el escudo de armas de Santa Clara, este quedó aprobado con el lema que durante muchos años distinguió el espíritu del pueblo santaclareño: PATRIA, RELIGIÓN Y FAMILIA; bajo éste, aparecía de manera implícita el testimonio de aquellos próceres que soñaron un futuro de prosperidad para el pueblo cubano, y para ello dedicaron sus fuerzas y sus recursos económicos y espirituales. Conyedo, Surí, Francisco Antonio Hurtado de Mendoza, Eugenio de Plaza, Sánchez de la Raya, José Dionisio Veitía, Manuel Dionisio González, Eduardo Machado, Miguel Jerónimo Gutiérrez, Eligio Eulogio Capiró; los que en esa fecha aún vivían, como la más ilustre de las coterráneas, Martha Abreu de Estevez, Manuel García Garófalo Mesa, Néstor Palma, Julio Jover, Carolina Rodríguez; o los que se habían ganado el cariño el cariño de este pueblo por sentirse identificados con él, como el Padre Alberto Chao. Un legado, por una parte sencillo, y por otra de un gran componente antropológico. Fundadora sin dudas, de todos esos nobles ideales, constituye la Maestra Nicolasa, formadora de tres generaciones de santaclareños.
En este proceso que marcaría los casi 97 años de vida de Nicolasa, el objetivo fundamental tenía que ser la adquisición de la verdad. Por la fecha en que más fecundo se hizo su magisterio, cuando esa pléyade de santaclareños estaba junto a su tutela, surgió otro gran maestro de la pedagogía cubana, José de la Luz y Caballero.
Del anhelo de enseñar, aparece entonces otro aspecto que se resalta en la Maestra, donde parece que hace suya las palabras de San Agustín, que en sus Confesiones, afirmaba: “separarse de Dios, aunque se partan de las cosas buenas, es imposible encontrar la verdad, toda búsqueda de ella se vuelve vanidad;; de ahí que al mirar la estela de sus discípulos más eximios, notamos un gran componente espiritual, aunque la mayoría no haya después practicado con asiduidad el catolicismo y sí la masonería; ejemplo de ello lo constituye el vasto testimonio de Eduardo Machado recogido en: “Eduardo Machado, su vida y sus obras, de Manuel García Garófalo Mesa, en el Tomo II; donde se recoge un largo discurso que hizo el patricio en ocasión del deceso de la Maestra, y en el que se recogen numerosas referencias a su vida notablemente espiritual.
Estos dos pilares, la verdad y fe, señalan el aparentemente sencillo método educativo utilizado por cerca de 70 años en el magisterio de Nicolasa, que dio frutos de bien no sólo por los que se beneficiaron directamente de su enseñanza, sino de las generaciones posteriores que en ella descubrieron un signo claro, de la importancia de la formación de la juventud para garantizar el futuro de la sociedad.
Quizás el mejor testimonio de todo lo que se ha dicho, son las propias palabras de aquellos que la conocieron y que quedaron grabadas en la tarja de mármol que se colocó frente a su casa, después de su muerte: “EN ESTA CASA NACIÓ LA MAESTRA NICOLASA. AQUÍ VIVIÓ Y MURIÓ ENSEÑANDO Y PRACTICANDO LA VIRTUD; Miguel Jerónimo Gutiérrez, al ocurrir el fallecimiento de quien fuera su maestra dice:
Joven después y fuerte en su desgracia
La temieron las víboras del mal,
Y la trataron de oropel vestidas
Guardas infames de su pobre umbral
Pero la virgen, pura como un lirio
Torció indignada el rostro al no vil
Acaricio su manto de desdichas
Y limpia en él se guarneció sutil.
Muerte
Falleció en Santa Clara, el 1 de enero de 1867; a la edad de 97 años. Eduardo Machado se ocupó de su entierro, además de tener la iniciativa de colocar una tarja de mármol en la puerta de la casa donde había vivido y practicado su magisterio.
Fuentes
- Archivo histórico del Museo de Arquitectura Colonial de Trinidad.