Purgatorio
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Por extensión, mística designa además el conjunto de las obras literarias escritas sobre este tipo de experiencias espirituales, en cualquiera de las religiones que poseen escrituras santas.
El misticismo está generalmente relacionado con la santidad, y en el caso del Cristianismo va acompañado de manifestaciones físicas sobrenaturales denominadas milagros, como por ejemplo los estigmas y los discutidos fenómenos para-psicológicos de Bilocación y Percepción extrasensorial, entre otros. En la teología católica, el purgatorio es el lugar de limpieza y expiación donde, después de su muerte, las personas que han muerto sin Pecado mortal (ofensa directa a Dios) pero que han cometido pecados en su vida, tienen que limpiar esas culpas para poder alcanzar el cielo. Debido a que todo aquel que entra en el Purgatorio terminará llegando al Cielo tarde o temprano, no es una forma inferior del Infierno. Las plegarias por los muertos o las indulgencias pueden acortar la estadía de uno, o de los seres queridos que estén en dicho lugar. La Iglesia Ortodoxa de Oriente no acepta la existencia del purgatorio, pero tradicionalmente se ofrecen rezos a los muertos, pidiendo a Dios que les muestre su misericordia y amor, en lo que equivale a una admisión implícita de su existencia.
Historia
El purgatorio fue creado por los teólogo y autoridades católicas, para "perfeccionar" sus mecanismos de dominación sobre los creyentes, incluso sobre los más devotos y fieles a la religión. Además, el dogma de la purgatoria representa un hábil recurso, por medio del cual la Iglesia explota el temor a la muerte y los sentimientos de solidaridad con los difuntos, para arrancar beneficios económicos de manos de los creyentes. En toda la Biblia, ni en la parte cristiana ni en el Antiguo Testamento, aparece nada que pueda traducirse como purgatorio. Pasaron siglos y siglos sin que los cristianos tuvieran que creer en ese presidio purificador de almas. Solamente pasajes aislados en el Antiguo Testamento sólo se refiere al concepto de manera inequívoca en el libro segundo de los Macabeos (12: 41-46). San Jerónimo consideró apócrifo este libro y por ello de menor rango en el Canon de la Biblia, posteriormente, Lutero también reparó en él precisamente por su referencia al purgatorio. Lutero afirmó en su proposición 37 que la existencia del purgatorio no se apoya en ninguna escritura canónica. Los libros de los Macabeos, como otros que la Iglesia Católica Romana llama actualmente deuterocanónicos, fueron incorporados en la tradición al griego de la septuaginta, una versión de la Biblia hebrea que ha tenido una posición dominante en las iglesias ortodoxas y, en menor medida, en la católica; y que prácticamente ninguna tradición hebrea acepta. Peor aún en el caso de otros versículos y frases aisladas escogidas con pinzas para buscarles alguna relación ficticia con el invento del purgatorio. Vanos esfuerzos que no fueron capaces de convencer a todos los creyentes en el Medioevo, y mucho menos después. Los intentos tempranos del catolicismo para establecer el dogma del purgatorio fueron rechazados por otros grupos cristianos, entre ellos por los nestorianos, albaneses, valdenses, entre otros. Todavía en el siglo XIII la Iglesia Católica no había logrado imponer el purgatorio a toda la feligresía cristiana. Esto se pudo apreciar en el sínodo de Ninfa (en el año 1234), y en la discusión de Constantinopla (t252). donde ello fue uno de los principales puntos de discrepancia entre los católicos romanos y los cristianos de la Iglesia Ortodoxa griega, tal propósito no cristaliza hasta el siglo XV. Luego de "tensas discusiones, el papa Eugenio IV logra en 1439, durante el concilio de Florencia, que se firme el llamado “Decreto de unión con los griegos”, donde por fin se establece el doqrna del purgatorio. Sin embargo, ese documento no fue aceptado por la mayoría de los miembros de la Iglesia Ortodoxa griega. La motivación económica que impulsaba a fomentar la creencia en el purgatorio, se puede apreciar en el hecho de que históricamente, este dogma se vio emparentado con el negocio de las indulgencias, pero, ¿qué eran las indulgencias? .
Indulgencias: comercialización del más allá
En los primeros tiempos del cristianismo, cuando la institución carecía de fuerza y sus reglamentaciones sobre los pecados eran poco exigentes, sucedía que las faltas graves de sus fieles se castigaban no con amenazas en el más allá, sino excluyendo temporalmente de la comunidad al infractor.
Pasado cierto tiempo de separación al penitente se le perdonaba y lo admitían otra vez entre las filas de la comunidad cristiana que lo había condenado. Frecuentemente, el obispo señalaba la duración de tal castigo, como hizo San Pablo en el caso de un cristiano incestuoso, en Corinto (Grecia).
Comenzó a ocurrir que a veces se hacían gestiones ante el obispo para lograr de él que se acortara el plazo de la sanción del pecador y se le restituyera a la comunidad cristiana antes de tiempo. Si quien lo solicitaba era un cristiano prestigioso por sus méritos al servicio de la religión, el éxito de la gestión era casi seguro. En otras oportunidades, se hacía invocando el nombre de alguno de los cristianos que habían muerto en defensa de su fe, o sea, los mártires; y en honor a su memoria, el obispo accedía también a perdonar al pecador.
Con el paso del tiempo, al fortalecerse la idea en torno al más allá y a la supuesta estancia en el purgatorio, se comenzó a aplicar este mismo recurso antes señalado, pero con una gran diferencia: se invocaba el nombre y los méritos de los mártires, los santos Jesús María y los apóstoles, no en favor de algún cristiano de carne y hueso, para que se le perdonara y pudiera reintegrarse al seno de la comunidad religiosa, sino en favor del alma de algún muerto castigado en el purgatorio, para que se le permitiera entrar al cielo. Esto siguió evolucionando. Se decía que todos los santos habían acumulado tantos méritos religiosos, que habiendo pagado ya su propia entrada al cielo, sobraban cantidades que podían ser utilizadas en favor de las ánimas del purgatorio, para obtener que se les rebajara la pena.
¿Y cómo se podía hacer esa transferencia de los méritos de uno de los santos a una alma condenada?
Ah, pues esos "méritos" estaban como guardados en un cofre en el cielo, a disposición del Papa y de los obispos y personalidades autorizadas por él. Supuestamente podían disponer de esos fondos, de ese "tesoro", para interceder en beneficio de algún alma que padeciera en el fuego purificador. A eso se llamó indulgencia.
Pero eso no se hacía gratis. Para que el creyente lograra que se le concediera una indulgencia en favor de un familiar difunto, cuya alma suponía en el purgatorio debía pagar. Esto comenzó a dar buenos resultados a la Iglesia y tales recaudaciones y pronto se convirtió en un fabuloso negocio. Donde existían dos tipos de indulgencias :
- Indulgencia plenaria : es aquella que libra de todas las penas temporales en este mundo y en el otro.
- Indulgencia parciales : que perdonaban solamente una parte de las penas.
Ya era todo un escandaloso negocio donde las autoridades católicas vendían las indulgencias no solo por dinero; a veces las manejaban para comprar los servicios de los creyentes con vistas, a enrolar en sus ejércitos para combatir a los musulmanes, "herejes" y otros "enemigos de la fe (principalmente adversarios políticos o económicos). Según nos relatan los textos históricos, en 1457 el papa Calixto III, en una carta dirigida al rey Enrique IV de Castilla concede a los que combatan en una cruzada contra los moros, una indulgencia plenaria que podía ganarse en beneficio del las almas del purgatorio.
El papa Sixto IV, en una bula del 3 de agosto de 1476, autoriza conceder indulgencias plenas, aplicables a los difuntos, a quienes aportaran fondos para la reedificación del templo de San Pedro, en Saintes. Esa indulgencia sería predicada durante diez años. El pontífice algo desconfiado, para garantizar que no se viera afectada su parte en el negocio, designo a un hombre de su confianza, el cardenal Peraudi, comisario apostólico, con la finalidad de que vigilara la marcha de tales recaudaciones. Peraudi predicó una indulgencia parecida en Alemania en 1489 y 1490; luego otra en 1501 a 1503 para reunir fondos para una cruzada contra los turcos. Igual ocurrió en 1514.
Penas del purgatorio
Según la doctrina católica romana hay una diferencia sustancial entre infierno y purgatorio, y éste no es un infierno temporal. Propiamente hablando, sólo en el infierno se da una verdadera pena de daño, ya que ella es el castigo ultra-terreno a la aversión actual de Dios, que no se da en las almas del purgatorio. Sin embargo pueden distinguirse:
- Dilación de la Gloria: Tratada por la tradición teológica como pena de daño, es sin embargo cualitativa-mente distinta de la que se da en el infierno, y consiste en el aplazamiento del cielo. El alma queda privada de la visión beatífica (visión de Dios) mientras purga sus pecados. Esta pena implica que la presencia en el purgatorio no puede prolongarse en el tiempo hasta más allá del Juicio Final.
- Pena de sentido: La tradición de los padres latinos es casi unánime en favor del fuego real y corpóreo, semejante al del infierno, pero no existe ninguna declaración dogmática al respecto. Sí hay argumentos en la tradición, como el cuestionario de Clemente VI a los armenios, donde expresamente se pregunta «...si crees que son atormentados con fuego temporalmente...» . Santo Tomás explica que no en cuanto a si Dios se vale de los demonios para la administración de las penas del purgatorio.
Crisis
El negocio florecía, en detrimento de la moral religiosa. Los papas necesitaban mucho, mucho dinero, para sufragar sus guerras, para construir nuevos templos y para costear sus enormes gastos en lujos, festines y otros disfrutes terrenales. La degradación minó toda la estructura eclesiástica, desde la cumbre hasta la base. para compulsar más a las masas de infelices creyentes y hacerlas pagar las indulgencias, se les aseguraba que sus difuntos quedarían absueltos en el purgatorio y que pasarían inmediatamente al cielo.
Se vendían también indulgencias que perdonaban los pecados de los vivos, garantizándoles que después de muertos no serían retenidos en el purgatorio. Era como un pasaje directo al cielo: un viaje sin escala. Se llegaban a vender indulgencias, no solo por los pecados cometidos, sino incluso por los que se iban a cometer. Y se elaboraron listas con todos los pecados posibles, hasta los más abominables, con sus correspondientes tarifas de precios.
Un buen ejemplo de esas tarifas de pecados lo ofrece la célebre Taxa Camarae, seu cancilliriae apostolicae, dada por el papa León X, entre los años 1515-1517. Quien se interese por leer ese documento puede consultarlo en el Diccionario Infernal, estudio general, de Jacabo Collin de Plancy, tomo II, Ed. Maucci, Barcelona 1913, pp. 204-206. El Papa León X de la Iglesia Católica de 1513 a 1521, nació en Florencia un 11 de diciembre de 1475, muere en Roma un 1 de diciembre de 1521. De nombre Giovanni de Lorenzo di Médeci, era el segundo hijo de Lorenzo el Magnífico y de Clarice Orsini. Recibió las órdenes menores a los ocho años de edad para, en 1488, ser nombrado cardenal con tan sólo 13 años. A la muerte de Julio II, el cardenal Giovanni di Médici que entonces contaba treinta y ocho años de edad, fue elegido Papa en un Cónclave en el que se evitó la compra de votos al poner en práctica las medidas que contra la Simonía había dictado el Papa fallecido.
Todo esto conmocionaba al mundo católico, que parecía hundirse en el fango. Las voces de protesta se alzaron en distintas partes, pero no eran escuchadas, finalmente, hizo crisis: Lutero condenó tales abusos y negó el valor sobrenatural de las indulgencias.
Si bien el estallido de la Reforma fue motivado por factores sociales profundos, reflejaba en el plano religioso, la lucha de la burguesía en ascenso contra el feudalismo decadente: la búsqueda de una Iglesia acorde con los nuevos tiempos. que sustituyera al catolicismo conservador y en lo externo, el escandaloso negocio de las indulgencias fue el argumento públicamente enarbolado para enfrentarse al poder de la jerarquía eclesiástica. La gota que colmó la copa fue la indulgencia plenaria que proclamó el papa León X, para todos los fieles que aportaran fondos con el fin de costear la reconstrucción de la basílica de San Pedro, en Roma. Frente a la ola de rechazo que los protestantes levantaron también contra el purgatorio, la Iglesia Católica hizo nuevos esfuerzos por mantenerlo, como ocurrió en "El Concilio de Trento" (1545-1563), donde en su XXV sesión se aprueba el "Decretum de Purgatorio", en cuyo texto se ratifica ese dogma.
Tras la aguda crisis del catolicismo en el siglo XVI, la Iglesia logró recuperarse un tanto en las zonas que quedaron bajo su control. Y durante algún tiempo más siguió sacándole provecho al purgatorio, y mucha menor medida a las indulgencia. Todavía el catolicismo trata de mantener el dogma del purgatorio, pero en nuestros días pasa sin mucho éxito. Como reconoce el, escritor religioso José M. Souviron, en la actualidad - "se ha debilitado la creencia, no solo en el infierno, sino en el purgatorio y el cielo".
Fuentes
- "Purgatorio", artículo publicado en el sitio web Wikipedia.
- Collin de Plancy, Jacobo (1913): Diccionario infernal, estudio general, Taxa Camarae, seu cancilliriae apostolicae, artículo por el papa León X, tomo II, Ed. Maucci, Barcelona p. 204-206.
- Forment , Eudaldo (2007): Santo Tomás de Aquino: el oficio de sabio. Madrid: Ariel, 2007. ISBN 8434452278.
- Tomás de Aquino, Santo: De purgatorio, Suppl. a5, Roma.
- Colectivo de autores. Enciclopedia de la religión católica, tomo VI, págs. 382-384; tomo IV, págs. 430-435. Barcelona, 1954.
- Colectivo de autores. Revistas El Militante Comunista (1988). Análisis de artículos religiosos, El Purgatorio por Israel Castellanos Jiménez.
- Souviron, José M 1968. El príncipe de este siglo…, Madrid, p. 260.