Hermenegildo Sábat

¿Qué le pasa por la cabeza a un artista de extraordinario nivel como Hermenegildo Sábat, el gran caricaturista uruguayo, al estar trabajando en el Grupo Clarín, disciplinarse con la guerra del Grupo que conduce Héctor Magnetto contra el Gobierno nacional y popular que refundaron Néstor Kirchner y Cristina Fernández con un despliegue de felicidad para el pueblo destacada por todos los organismos internacionales, y una defensa de la soberanía, el trabajo, la industria y el desarrollo industrial que se refleja en todas las mediciones públicas y privadas de aquí y del mundo? Y sobre todo, ¿qué pasa en su cabeza, en su sexo, en sus instintos más oscuros cuando golpea a una mujer sola, que ha perdido a su esposo, a su amor de toda la vida, sabiendo que lo hace contra ella porque de esa manera está pegándole a esa felicidad de ese pueblo, y favoreciendo con la presunta debilidad que él infunde a la figura de ella, a los trogloditas del poder económico y social? ¿Cómo sobrevive su dignidad familiar con su esposa, sus hijos, con esa rastrera actividad «golpeadora» suya en contra de Cristina Fernández de Kirchner? ¿Su esposa participa de esa actitud misógina contra la líder del peronismo? ¿No les da vergüenza? ¿Se sienten protegidos por el oscuro poder de Magnetto y compañía? ¿Cuándo está solo, no siente un poco de asco por esa actitud suya? ¿No se siente sucio?
Un problema de la cultura uruguaya es que su «izquierda» tan troska nunca ha entendido al peronismo y sigue relacionándolo con el nazifascismo, igual que aquellos «izquierdistas» de la Unión Democrática que enfrentaron a Perón en las elecciones de 1946: allí se unieron los comunistas y los socialistas bajo la imagen de Stalin, los proestadounidenses con la de Franklin Delano Roosevelt y los probritánicos casi quemándose con el cigarro de Winston Churchill. Entonces, no resulta novedoso ver a un izquierdista como Sábat ponerse del lado del poderosos con tal de frenar a un peronista. No entendieron nada, o les resulta más cómodo y redituable. Sábat ha sido reconocido por su «conducta intachable frente al poder». ¿A que poder se habrán referido? Se ha opuesto al poder de nuestro Estado democrático, nacional y popular. Se opuso a la dictadura cívico-militar, pero no al poder de los que sostuvieron económica y políticamente esa matanza, es decir Henry Kissinger y José Martínez de Hoz. Es fácil ser progresista frente a los exabruptos de corte militar sanguinario y brutal. Pero Sábat no es progresista frente al poder del voto popular en los Gobiernos que buscan la felicidad del pueblo y la grandeza de una nación sometida al imperio del colonialismo. Allí comienza el verdadero mérito de la alineación personal.
Quizás Gabriel García Márquez no entendió esto al premiar a Sábat. García Márquez tenía una amistad con Fidel Castro, ejemplo de revolucionario popular, pero también curtía amistad con Felipe González (el expresidente español, vendido a los Estados Unidos y a su política hacia Europa) o con Bill Clinton (del grupo demócrata globalizador que organizan guerras para sostener la economía estadounidense y dominar el mundo).
No es común, pero ha sucedido muchas veces en la Historia del arte. Artistas eximios con una ética desquiciada, en una vida cotidiana donde lucen prestigiosos, disfrazados de humildes y normales. Con la ética de sus mecenas. Hay mucha historia de estos artistas «puros» progresistas, que a la hora del té se codean con el poder del dinero. Después no se pueden diferenciar de esa coincidencia. De la ética espuria del poder del dinero. Y hay una larga historia también de concordancia organizada y esponsoreada de grupos intelectuales exquisitos financiados por la CIA para darle «prestigio» a la ideología y dominación de la sociedad por parte del amo de turno.

Violencia simbólica contra una mujer.
Una vez más, Clarín y Sábat lo hicieron.
Hoy una caricatura que ocupa la totalidad de la página 3 del diario Clarín.
Un hombre (no importa quién) con una tijera en sus manos cortándome el pelo… ¿o la cabeza?
Porque mi cuerpo no se ve, pero el de él sí.
Algunas caricaturas emblemáticas de la violencia simbólica sobre la mujer que Clarín y Sabat me dedicaron.
Ojos en compota, boca clausurada, voz censurada y ahora cabeza cortada.
¿No será demasiado?