Carlos Pizarro
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Síntesis biográfica
A finales de 1973 y junto a Jaime Bateman, Álvaro Fayad "el turco", Luis Otero Cifuentes, Vera Grabe y otros crean el Movimiento 19 de abril conocido como M-19 que se definía como guerrilla urbana, nacionalista, bolivariana y socialdemócrata. En un acto clandestino, el 20 de enero de 1974 el M-19 toma de la Quinta de Bolívar en Bogotá, la espada del Libertador, la cual se convierte en el símbolo de lucha bajo la consigna "Bolívar, tu espada vuelve a la lucha".
Este movimiento de liberación realizó diversas actividades como la toma 5.000 armas del Ejército en el norte de Bogotá y el asalto al Cantón Norte, pero la persecución desatada durante el gobierno de Julio César Turbay causó violaciones a los Derechos Humanos y el encarcelamiento de casi todos sus líderes.
Pizarro, fue capturado el 14 de septiembre de 1979, en Alto de Nogales, Santander y sometido a torturas, más tarde es trasladado a la Cárcel de La Picota en Bogotá, lugar donde se encontraban sus compañeros de lucha y grupo.
Permanece detenido tres años y es juzgado por el Consejo Verbal de guerra, junto con más de 150 compañeros. No obstante, salen libres en 1982 a principios del gobierno de Belisario Betancourt tras aprobarse por mayoría absoluta en el Congreso, la ley de amnistía.
Pizarro continuó sus acciones guerrilleras insistiéndole al gobierno en el establecimiento de un diálogo de paz. Después de la muerte de su amigo y compañero Jaime Bateman en un accidente de aviación, asume el mando del grupo.
A principios de 1985 como segundo comandante, Pizarro anuncia rota la tregua y el reinicio de operaciones de la guerrilla. El 6 de noviembre de ese mismo año, Álvaro Fayad, comandante supremo, ordenó la toma del Palacio de Justicia en Bogotá y el secuestro de los magistrados de los altos tribunales, con el objetivo de juzgar al presidente por incumplir los Acuerdos de Corinto. El gobierno, ignorando las peticiones del grupo, ordena al Ejército atacar el edificio, luego de lo cual no sobrevivieron los guerrilleros ni los rehenes. No se han esclarecido los sucesos de dicha toma y retoma.
El 1 de septiembre de 1988, el Presidente Virgilio Barco Vargas anunció la Iniciativa para la Paz, llamando a los alzados en armas a reincorporarse a la vida civil, lo cual se da por hecho en los primeros acercamientos al proceso de paz, que terminan en marzo de 1990. Tras varios meses de negociación, el M-19 se despide públicamente de las armas en el caserío de Santo Domingo, Cauca. Allí se concreta el proceso de paz y posteriormente la creación de la Alianza democrática M-19.

Fue asesinado el 26 de abril de 1990 en pleno vuelo, en un avión comercial que realizaba la ruta Bogota-Barranquilla, una ciudad del Caribe. En el momento del deceso era candidato presidencial por el que fuera el movimiento político Alianza Democrática M-19, movimiento político que surgió del grupo guerrillero M-19 tras su desmovilización. Fue asesinado por órdenes de Carlos Castaño Gil, jefe de las entonces Autodefensas Campesinas de Córdoba y Urabá (ACCU).
El asesinato
Pizarro salió de la casa de su madre rumbo al aeropuerto “El Dorado” en Bogotá, Colombia, y abordó el avión de "Avianca" rumbo a Barranquilla, en pleno vuelo, uno de los paramilitares del grupo de los hermanos Castaño Gil, Gerardo Gutiérrez Uribe conocido con el alias de “Jerry”, asesinó al dirigente de la Alianza Democrática M-19, ex candidato a la alcaldía de Bogotá y aspirante a la presidencia de la República.
Pizarro suscribió un acuerdo de paz y dejación de armas el 9 de marzo de 1990 en la vereda de Santo Domingo, corregimiento de Tacueyó, municipio de Toribio, Cauca.
Al lado de Pizarro, varios integrantes del M-19 fueron asesinados, luego del proceso de paz, sus crímenes han quedado en la absoluta impunidad. La Reparación Política ha sido inexistente.
Desarrollo de los hechos
Casi nada se había dejado al azar. Por eso los hombres encargados de la seguridad de Carlos Pizarro Leongómez respiraron tranquilos cuando lo dejaron en la escalerilla trasera del HK-1400 de "Avianca", a las 9:32 minutos de la mañana del jueves 26 de abril de 1990. Habían logrado despistar a todo el mundo. Eludieron la peligrosa entrada a los pasillos del aeropuerto "El Dorado", evitaron las colas y, para mayor seguridad, cambiaron la reserva aérea. Con el candidato en el avión, en teoría todo estaba bajo control.
Pero, con lo que nadie contaba era con que en el mismo vuelo viajaba un hombre dispuesto a matar y a morir. Y mucho menos se contaba con que, a pesar de las severas requisas y medidas de seguridad, el sicario lograra conseguir un arma para llevar a cabo sus planes en pleno vuelo.
La terminal aérea
Gerardo Gutiérrez Uribe llego a la terminal aérea sin despertar mayores sospechas. Vestido con un suéter de lana, pantalones de tela delgada y zapatos nuevos de cuero, paso por el mostrador de la compañía y no registro equipaje. Llevaba con el una bolsa de mano con una "muda" que incluía un pantalón de cuero. Acto seguido entro a una de las librerías del segundo piso, compro unas revistas y paso por la puerta de pasajeros rumbo a la sala de espera numero tres.
Mientras tanto, en su apartamento, Carlos Pizarro concedía la que sería su última entrevista, al programa 6 a.m. 9 a.m., de la cadena Caracol. Tras responder algunas preguntas, el candidato presidencial se disculpo al aire por tener que cortar la conversación y todo el mundo se enteró de que se disponía a tomar un avión rumbo a Barranquilla para iniciar una gira por la Costa.
Alrededor de las 9:00 a.m., cuando había pasado por el puesto de control del muelle nacional, Gutiérrez llamo la atención de un policía. Una de las revistas que acababa de comprar se le cayó al piso y el agente la recogió y fue a entregársela. El hombre se negó a recibirla alegando que no le pertenecía. Se sentó en la sala y continúo leyendo, cuando otro de los agentes, extrañado por su actitud, le hizo mostrar sus documentos de identificación. Presentó una cédula falsa a nombre de Álvaro Rodríguez Meneses. Todo parecía estar en orden y Gutiérrez se dispuso a abordar el avión.
Esquema de seguridad
Por su parte, los escoltas de Carlos Pizarro se las arreglaron para demorar la salida hacia el aeropuerto y llegar sobre el tiempo para evitar una espera prolongada. La precaución no era en vano. La tarde anterior, una llamada anónima a la sede del M-19 había alertado sobre un posible atentado, por lo que el jefe de seguridad de Pizarro decidió cambiar las reservas que estaban hechas para el vuelo de las 6:45 a.m. y pasarlas para el segundo avión a Barranquilla. Aunque este vuelo estaba anunciado para las 9:15 de la mañana, la caravana llego a la plataforma a las 9:32.
Pizarro estaba en plena campaña presidencial, llegó al aeropuerto "El Dorado" para tomar el avión que lo llevaría a Barranquilla, donde iniciaría una correría por toda la Costa en desarrollo de su campaña. Lo acompañaba su esposa Laura García y los escoltas proporcionados por el Departamento Administrativo de Seguridad (DAS), organismo de inteligencia de Colombia.
Para ese momento, el candidato de la Alianza Democrática M-19 era uno de los hombres más custodiados del país, y las medidas de seguridad para el viaje se extremaron luego de haber recibido en la sede de la campaña una llamada anónima que alertó sobre un plan de atentado.
El esquema de seguridad cambió la hora de la reserva y organizó todo para que Pizarro abordara el vuelo sin que se expusiera a las filas de trámite en el aeropuerto. Algunos miembros del cuerpo de escoltas, conformado por 14 hombres, cuatro del M-19 y el resto del DAS, inspeccionaron minuciosamente el avión apenas minutos antes de que fuera ocupado por los viajeros. Una vez estos abordaron y se ubicaron en sus sillas, el candidato y algunos de sus guardaespaldas ingresaron a la nave por la escalerilla trasera.
El ingreso a la nave
Cuando el jefe del M-19 ingreso a la nave, el resto de los pasajeros ya estaba en sus sillas y Gutiérrez ocupaba la 5C. La entrada del ex comandante guerrillero no paso inadvertida y muchos pasajeros lo saludaron mientras otros no ocultaron su nerviosismo por un posible atentado.
Los puestos originalmente asignados a Pizarro y a sus acompañantes estaban ubicados en la parte intermedia del avión, pero tanto el capitán de la nave, Fabio Munevar Rodríguez, como el jefe de escoltas estuvieron de acuerdo en que ocuparan la parte trasera del Boeing 727100.
Se hizo el cambio de sillas con algunos pasajeros y finalmente Pizarro se ubico en el puesto 23C junto a la ventanilla. A su lado se sentó su jefe de escoltas, un hombre que también lo acompañó durante sus últimos meses de vida en el monte. Adelante, atrás y en las filas laterales, se ubicó el resto de los 14 guardaespaldas, cuatro del eme y el resto del DAS.
El capitán Munevar le pidió a los escoltas que les quitaran los proveedores a las armas y que las camuflaran para no impresionar a los pasajeros, hecho este que no dejo de llamar la atención de los hombres de seguridad que generalmente deben entregar las armas al comandante de la nave. En realidad, los guardaespaldas camuflaron las armas pero conservaron puestos los proveedores.
Durante el decolaje no hubo motivos de preocupación y Carlos Pizarro procedió a leer el periódico y a consultar algunos documentos relacionados con su visita a Barranquilla. En la silla 5C Gerardo Gutiérrez continuaba su lectura sin inmutarse.
El acto de magnicidio

El hombre entró al baño. A los dos minutos salió, dio un paso y accionó el gatillo de una sub-ametralladora mini Ingram por la espalda de Pizarro. En apenas unos segundos el arma vació el proveedor de 15 proyectiles calibre 9 milímetros, corto: 13 tiros impactaron en la cabeza, cuello y manos del político. Los guardaespaldas reaccionaron y abatieron al agresor. De milagro ningún disparo atravesó la estructura del avión, que habría podido sufrir una despresurización e incluso haber estallado en el aire. El sicario fue neutralizado por los escoltas muriendo bajo las balas de los guardaespaldas que acompañaban a Pizarro.
Carlos Pizarro no alcanzo a darse cuenta de nada. Con las manos sobre las piernas y sangrando por boca, nariz y oídos, quedo con la cabeza recostada sobre su pecho. Respiraba con dificultad. Uno de los guardaespaldas que se tiró a auxiliarlo captó toda la gravedad del momento:
"!Nos lo mataron!", exclamo.
La reacción dentro de la nave
Tan pronto sonó el tableteo de las armas la histeria se apoderó de los pasajeros. Algunos se tiraron al piso, otros comenzaron a gritar y de no ser por la reacción de los escoltas que pidieron calma, el caos se habría apoderado de la nave. Dos de los hombres de Pizarro que salieron corriendo hacia la cabina ayudaron a confundir a los ocupantes que alcanzaron a pensar que se trataba de sicarios que iban a matar al piloto.
Una de las azafatas que en el momento del atentado caminaba por el pasillo, al creer que se trataba de un secuestro, aseguró la puerta de la cabina de mando y sólo cuando comprobó que se trataba de los escoltas accedió a entrar a avisarle al capitán lo sucedido. La tripulación, que había escuchado los disparos, de inmediato se comunicó con la torre para pedir autorización y regresar a de inmediato a Bogotá.
Entre tanto, en la cabina de pasajeros uno de los guardaespaldas pidió a gritos la presencia de un medico. Un hombre joven, recién graduado, se acercó y trato de darle los primeros auxilios al antiguo combatiente. Pero las heridas eran mortales, la hemorragia no cesaba, los signos vitales eran cada vez mas débiles y el medico sólo pudo comprobar lo que el guardaespaldas ya había intuido: "No había nada que hacer". Si para Pizarro todo acababa, para el resto de pasajeros era como volver a nacer.
Cuando la calma retorno, nadie se explicaba como ninguna de las casi 20 balas disparadas no hirió a otros pasajeros. También parece milagroso que los proyectiles no hayan atravesado la estructura de la nave. De haber sucedido así, esta se habría despresurizado de manera súbita con posibilidades de estallar en el aire.
El aterrizaje
Los minutos que precedieron al aterrizaje en Bogotá se hicieron eternos, aunque la maniobra no tomo más de cinco minutos. Y, para hacer las cosas aun más difíciles, la ventanilla en la que iba Pizarro, que recibió uno de los impactos de bala, comenzó a resquebrajarse y en un momento se llego a pensar que podía romperse del todo con graves consecuencias para el resto de los pasajeros.
En la plataforma del muelle nacional, una ambulancia recogió el cuerpo aún con vida del antiguo guerrillero y fue conducido a la clínica de la Casa de Previsión Social, situada muy cerca del aeropuerto, donde un grupo de médicos esperaba al herido. Todos los esfuerzos fueron vanos, y tras algunos minutos en el quirófano, Carlos Pizarro Leongómez murió a las 11:10 de la mañana.
En "El "Dorado" los jueces y la Policía comenzaron las labores de reconocimiento de la nave y de interrogatorio a los pasajeros. Una pregunta flotaba en el ambiente: como pudo entrar una ametralladora al HK-1400.

El cadáver de Pizarro fue conducido por la tarde a la Plaza de Bolívar. Precisamente allí, en 1974, con el robo de la espada del Libertador, Simón Bolívar, se anunció el nacimiento del M-19. Pizarro se declaraba discípulo del líder "unificador y latinoamericanista".
Tras su muerte una multitud colmó la carrera séptima de Bogotá con dirección a la Plaza de Bolívar al grito de "Comandante Pizarro. ¿Hasta cuándo? Hasta siempre".
Los autores del hecho
El atentado contra el ex - comandante guerrillero fue reivindicado de inmediato en una llamada telefónica en nombre de "Los Extraditables". Sin embargo, minutos después un portavoz de este grupo de narcotraficantes, en otra llamada, desmentía cualquier vinculación con el asesinato de Pizarro, cuya muerte demuestra hasta dónde ha llegado la demencia en Colombia.

El procurador delegado de asuntos penales Gabriel Jaime, representando a la Procuraduría General de Colombia afirmó que el ex director de inteligencia del (DAS), Alberto Romero Otero, el detective Jaime Ernesto Gómez, y el cuerpo de seguridad de Pizarro tenían responsabilidad con el asesinato del mismo.
Para la Procuraduría, el talón de Aquiles de Pizarro fue el esquema de seguridad del DAS que lo escoltaba. La actuación del detective Jaime Ernesto Gómez Muñoz al momento del crimen es la que más inquietudes suscita.
Gómez fue enviado al grupo de escoltas de Pizarro poco antes del asesinato, y sin pertenecer al primer anillo de seguridad se le permitió viajar en el avión con el candidato, algo muy inusual. Nadie se explica tampoco cómo hizo el detective Gómez para abordar un arma cargada cuando todos los demás escoltas estaban obligados a llevarlas por equipaje (o sin balas). Y lo más sorprendente de su actuación en el avión es que luego de que los demás escoltas habían logrado desarmar al sicario y reducirlo a la fuerza, el detective Gómez, según lo narran los testigos, lo asesinó a mansalva.

El Ministerio Público tiene documentado con datos concretos de tiempo, modo y lugar, varios de los encuentros que se habrían dado entre Romero y Castaño. Los testigos afirmaron que esa relación incluyó compromisos específicos y una mutua colaboración de la que participó directamente el jefe de inteligencia. El propio Castaño habló de esa relación con la cúpula del DAS en su libro. Castaño dedicó un capítulo para contar de esos vínculos secretos y narró incluso que alguna vez visitó a Romero en su oficina en la sede principal del organismo en Bogotá.
Este crimen nunca fue totalmente esclarecido e inicialmente se le atribuyó a Pablo Escobar; no obstante años más tarde el crimen sería confesado por paramilitares de las AUC, ejército ilegal armado, sin que se conocieran con claridad las personas y hechos que rodearon el asesinato.
Siempre en Colombia la derecha justificó la campaña de exterminio contra la Unión Patriótica diciendo que esta agrupación jugaba doble al defender a la vez la lucha armada y la lucha política. Pizarro tenía enemigos de la extrema izquierda y en la extrema derecha. Era ingenuo esperar, que la derecha y la extrema derecha colombiana se quedarían quietas y tranquilas ante la posibilidad de que un nuevo partido político, surgido de las filas insurgentes, llegara a convertirse en opción de gobierno. La oligarquía colombiana, una de las más reaccionarias del planeta, es acérrima enemiga del cambio.
Delito de lesa humanidad
Al cumplirse 20 años de este asesinato, la Fiscalía General de la Nación de Colombia declaró el hecho como un delito de lesa humanidad, logrando que las investigaciones sobre este hecho no prescriban por causa de vencimiento de términos.
Son delitos de lesa humanidad los exterminios de comunidades enteras, desaparición, esclavitud, privación ilegal de la libertad, tortura, delitos sexuales, persecución discriminatoria de grupos raciales, religiosos, políticos, entre otros, y deben ser investigados hasta encontrar la verdad.
Consecuencias para el pueblo colombiano

En nombre del M-19, Antonio Navarro, segundo hombre de este movimiento, pidió la renuncia del presidente Virgilio Barco Vargas y la creación de un Gobierno que incluyera todas las fuerzas vivas de Colombia. "Entre todos cambiaremos la historia de Colombia. ¡Palabra que sí!", era el lema de la campaña de Carlos Pizarro. Pero esta frase sonaba a utopía. Por esto, tal vez, Juan Antonio, hermano del líder asesinado, dijo: "Las condolencias en este caso no hay que darlas a la familia, hay que darlas al país. Colombia no puede seguir así".