Armero (Colombia)
Armero, Guayabal![]() | |||
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Departamento de Colombia | |||
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![]() Mapa de Armero | |||
Capital | Ibagué | ||
Entidad | Departamento | ||
• País | ![]() | ||
• Gentilicio | Armerita | ||
Población | |||
• Total | En el 2 005 12 852 hab. | ||
![]() Desbastada por la lava |
Armero Guayabal. El poblado fue fundado en 1895 con el nombre de San Lorenzo. El 29 de septiembre de 1908 fue erigido en distrito municipal, según decreto firmado por el presidente Rafael Reyes Prieto. En 1938, la Asamblea departamental del Tolima le cambió el nombre por el de Armero, en memoria del mártir de la Independencia José León Armero. Su actividad económica es la agricultura, la ganadería, el comercio y la explotación de algunos minerales.
Breve reseña
Armero Guayabal es un municipio del departamento de Tolima en Colombia, situado a 352 msnm. Tiene una temperatura promedio de 26 °C. Distante de la ciudad de Ibagué, capital del mismo departamento, a unos 94 km. Tras la erupción del volcán Nevado del Ruiz, que desencadenó la gran tragedia, la cabecera municipal pasó de Armero a Guayabal, que era un corregimiento, lo cual cambió el nombre del municipio al actual. En 2005 vivían 12.852 personas en la población, según el DANE.
Tragedia provocada por el León dormido
El cráter Arenas del volcán del Ruiz, conocido también como el León dormido, rugió en la noche del 13 de noviembre, lo que produjo el deshielo y el aumento inusitado de los caudales de los ríos Lagunillas y Gualí, así como de algunos arroyos, que desde los casi 6000 metros de altura descendieron de la mole andina hacia el valle en el que se asentaba Armero.
La erupción produjo la expulsión de flujos de fuego que fundieron los glaciares y la nieve, lo que generó las avalanchas que descendieron por las vertientes y las faldas del volcán, situado a 129 kilómetros al oeste de Bogotá, en la cordillera Central andina colombiana. El volcán reinició su actividad después de 138 años, en noviembre de 1984. Esta actividad se manifestó durante todo el año 1985, hasta que el 13 de noviembre se produjo la gran tragedia: quedó sepultado el 96% del casco urbano de Armero.
El Servicio Geológico de los Estados Unidos calculó que la masa total de material expulsado, incluyendo magma, fue de 35 millones de toneladas y, según el Journal of Volcanology and Geothermal Research, el dióxido de azufre expulsado en la erupción fue de aproximadamente 700.000 toneladas.
Todos esos materiales arrasaron los 52 barrios y las 70 calles del pueblo, con sus árboles y animales de corral, es decir, borraron del mapa a Armero.
Sus casas, los comercios, las iglesias, sus habitantes, parte del hospital, colegios, parques y calles, quedaron sepultados en una enorme sopa, entre café y gris, que a los pocos días era una capa reseca en una gigantesca planicie castigada por el sol canicular de la tierra caliente del trópico.
La planicie sobre la que se levantaba Armero es hoy un desolado y ardiente camposanto con tumbas, sembrado de cruces, una de ellas gigante en el centro, quizás donde se ubicaba la iglesia principal de la pujante localidad desaparecida y en la que se recostó a orar el Papa Juan Pablo II durante una visita a Colombia en 1986.
Después de la tragedia
Tras la tragedia, la población afectada recibió apoyo del gobierno, a partir del fondo Resurgir y de diferentes instituciones nacionales e internacionales. Los damnificados fueron ubicados en Lérida y Armero Guayabal, principalmente donde quedaban sus casas, los sobrevivientes construyeron tumbas con todo tipo de epitafios, para honrar a sus muertos, reconstruyendo simbólicamente la ciudad, explica Francisco González, en su libro Epitafios, algo de historia hasta esta tarde pasando por Armero. Esta zona ahora es llamada Camposanto.
En el llamado Camposanto se encuentra el Centro de Interpretación de la Memoria y la Tragedia de Armero, único centro de interpretación de la memoria relacionado con una catástrofe natural, instalada donde ocurrieron los hechos. Este es desarrollado por la Fundación Armando Armero.

Testimonio de Francisco González, el hombre que reconstruye Armero
Este periodista se dedicó a recuperar la memoria del pueblo que fue borrado por una avalancha. Las ruinas de Armero están llenas de maleza y de recuerdos. Aún se conservan algunas calles de la que fue la más próspera ciudad del Tolima después de su capital, Ibagué. La noche de la tragedia, el 13 de noviembre de 1985, cuando el volcán hizo erupción y acabó con el pueblo y con la vida de cerca de 25 mil personas, Pacho, como le dicen sus amigos, o el buscador de niños, como lo bautizaron los sobrevivientes de Armero, era un joven de 23 años que estudiaba en Bogotá.
Reunió sus ahorros e inició la búsqueda de la historia gráfica del antes de la avalancha. Hurgó entre sus pertenencias y rescató los viejos negativos de las fotos que tomaba de los personajes del pueblo, en sus vacaciones de mitad de año. Otros conocidos sobrevivientes le donaron otras cuantas imágenes y armó un archivo gráfico.
Adriana Lugo, sobreviviente
Omaira Sánchez, símbolo insigne del apocalipsis de Armero

Omaira Sánchez Garzón era una niña más de la localidad colombiana de Armero, en el departamento de Colima. Había nacido en el seno de una familia humilde en 1972. Su padre, Álvaro Enrique, era un agricultor de la región de Santander que plantaba y recolectaba arroz y sorgo mientras que su madre, María Aleida, trabajaba en casa en compañía de su otro hijo, Álvaro Enrique y su hermana María Adela. Una vez que la lava destruyó la casa de Omaira, ésta quedó atrapada debajo de varias partes de la construcción, con piezas de cemento y restos de diversos tipos impidiéndole moverse. Cuando los equipos de rescate repararon en ella e intentaron liberarla se dieron cuenta de que sus piernas estaban completamente atoradas por culpa de lo que quedó del techo de la casa. Bajo sus pies se encontraba también el cadáver de su tía que, si bien impedía que se hundiera, comenzó a descomponerse rápidamente por culpa de la humedad. Los rescatadores solo pudieron ver la cabeza de Omaira por encima del nivel del agua. Un compañero la descubrió al identificar una mano que se movía entre unos restos. Al retirar esas piezas apareció su cabeza y su drama se hizo público. Una vez que los socorristas la localizaron trataron de sacarla, pero cuanto más tiraban de ella, más efecto de succión provocaban. Como temían que poco a poco se fuera hundiendo le ataron al poco una cuerda para evitar que se fuera hacia abajo.

En ocasiones se mostraba animada, en otras aterrada, a veces cantaba y en otras rezaba, pero en la tercera noche de sufrimiento comenzó a sufrir alucinaciones, diciendo a sus acompañantes que iba a llegar tarde al colegio o que tenía que estudiar para un examen de matemáticas Cerca del final de su vida, con los ojos enrojecidos, su cara se hinchó y sus manos palidecieron. En un momento dado pidió a los que estaban con ella que se fueran a descansar a sus casas. Horas más tarde los socorristas volvieron con una motobomba y trataron de salvarla, pero sus piernas se doblaron bajo el hormigón como si estuviera de rodillas, y era imposible liberarla sin cortar sus piernas. Al carecer del equipo quirúrgico para salvarla de los efectos de una amputación, los médicos presentes estuvieron de acuerdo en que sería más humano dejarla morir. En total, Sánchez sufrió un tormento de 75 horas antes de que diera su último respiro. La niña murió ante los ojos de periodistas y socorristas que no pudieron ayudarla. En el lugar en el que presumiblemente está sepultada la casa de los Sánchez, en el barrio Santander de lo que fue Armero, hay un altar. Es una especie de tumba y es de las más visitadas.La tumba de Omaira Sánchez.