Miguel Ángel Estrella
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Miguel Ángel Estrella (San Miguel de Tucumán, 4 de julio de 1940), es un pianista clásico argentino de renombre internacional. Nació en la ciudad de Tucumán pero fue criado en un pueblo de la provincia de Santiago del Estero.[2]
Entre 2007 y 2015 ejerció como embajador argentino ante la UNESCO.
Síntesis biográfica
Infancia
El apellido de su abuelo paterno era Nashem (que significa ‘estrella’ en árabe). Cuando sus abuelos inmigrantes llegaron a Argentina, el funcionario de Migraciones les preguntó su nombre y el abuelo se limitó a señalar el cielo varias veces, sin decir una palabra. El funcionario vaciló unos segundos y luego ordenó: «Póngale "Estrella" a estos turcos de mierda».[3] Hijo de una santiagueña y de un poeta libanés, pasó su infancia y su adolescencia en Santiago del Estero.[4]
En 1950, a los diez años de edad, conoció a Eva Perón, y esto marcó a fuego su carácter de peronista visceral. «Soy cristiano y peronista», suele remarcar con orgullo el pianista, que tiene entre sus compositores clásicos favoritos a Wolfgang Amadeus Mozart, Johann Sebastian Bach y Frederic Chopin.[4] En 1952, a la edad de doce años, su padre lo llevó a un concierto de la Orquesta Sinfónica de Tucumán, y allí tuvo la «revelación del piano» al descubrir el Concierto en mi menor de Chopin.[5] Inmediatamente empezó a estudiar y tocar el piano en su ciudad natal, San Miguel de Tucumán.[6]
Estudios
Cursó sus estudios secundarios en el Gymnasium de la UNT (Universidad Nacional de Tucumán). A partir de los 18 años estudió en el Conservatorio Nacional de la ciudad de Buenos Aires. Allí estudió con los pianistas Celia de Bronstein, Orestes Castronuovo y Erwin Leuchter. Cuando se recibió viajó a Europa.
Perfeccionó su arte en Bélgica, Inglaterra y Francia, donde fueron sus maestros Vlado Perlemuter, Yvonne Loriod, Marguerite Long; y el propio pianista reivindica fundamentalmente los años de trabajo con Nadia Boulanger, en la ciudad de París (Francia), entre 1969 y 1972.[8]
Militancia
De vuelta en Argentina, durante el retorno de la democracia (en 1973), el Gobierno peronista lo contrató para tocar en las villas miseria:
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Persecución y tortura
En 1976 debió exilarse a Uruguay a raíz de las persecuciones de las que fue objeto por parte de la dictadura cívico-militar antiperonista (1976-1983). Sin embargo, en la ciudad de Montevideo fue secuestrado y torturado por grupos paramilitares.[10]
El Chango ―como le decía Néstor Kirchner cuando lo trataba de convencer para que aceptara ser embajador cultural en la Unesco―, jura que en el medio del dolor físico, en un oído su mujer Marta ―cantante, que había fallecido en 1975― le decía que no estaba solo.
Liberación
Después de dos años y medio de cárcel, fue liberado gracias a una campaña de solidaridad que iniciaron Yves Haguenauer y Henri Dutilleux ―que reunieron a cientos de músicos y amantes de la música del mundo entero, artistas, defensores de los Derechos Humanos e intelectuales de renombre mundial, y amigos de Miguel Ángel Estrella, Nadia Boulanger y el violinista Yehudi Menuhin―, las Naciones Unidas, la UNESCO, el Vaticano, la Asociación Internacional de Juristas, Amnistía Internacional y organizaciones de derechos humanos se movilizaron para apoyarlo.[11]
Cuando Yves Haguenauer salió a recorrer el mundo al rescate de Estrella, se despediría de su hermano en clave trágica: «Te entrego las llaves de mi fábrica, ahora tú te haces cargo de esto. Hasta que no encuentre a Miguel Angel, yo no existo». Yves buscó el apoyo de dos emisarios secretos de la Unesco y viajaron juntos a Montevideo: golpearon puertas, intentaron negociar con los militares, pidieron ver a Estrella, pero no lograron hacerlos ceder. Entonces, surgió la gran idea. Yves reprodujo en cassettes los recitales públicos de Miguel Angel para testimoniar su talento y empezó a repartirlos entre los artistas más reconocidos del siglo XX, que todavía no lo conocían, para persuadirlos de apoyar la cruzada internacional. «Movió cielo y tierra ―cuenta Estrella―, convocó al compositor Henrí Dutilleux, el pianista Arthur Rubinstein, la actriz Simone Signoret, el dramaturgo Eugène Ionesco, entre otros, para que todos juntos colaboraran con mi liberación. A todos les decía: "Ha desaparecido el más grande entre los jóvenes pianistas. Se lo llevaron porque su opción eran los pobres"».[12]
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Así rindió tributo Miguel Ángel Estrella a su mayor hombre de confianza, un músico y empresario que se asoció al movimiento Música Esperanza, que difunde la música clásica en zonas marginales, para apoyar al pueblo de Nicaragua, asistir a las víctimas de Chernóbyl o repudiar el bloqueo a Cuba, entre otras acciones.[12]
Miguel Ángel Estrella se radicó en Canadá y luego, en 1982 pudo crear la Fundación Música Esperanza, que en la actualidad cuenta con 55 filiales en América, Europa, Oriente Medio y África, y que financia sus labores con un subsidio de la Unesco (la Organización de las Naciones Unidas para el Desarrollo de la Educación y la Cultura). También se suman los ingresos de la mitad de los casi cien conciertos anuales que Estrella ofrece como pianista.[4]
Francia le concedió asilo político y la nacionalidad francesa.[13] Miguel Ángel Estrella militó además activamente por los derechos humanos y por la difusión de la música como un instrumento de defensa de la dignidad humana y de elevación de la condición humana. Con esta finalidad, fundó en el 10 de diciembre de 1982 el movimiento internacional Música Esperanza.
Derechos humanos
En 1996 dio varios conciertos con fines solidarios junto al cantautor de rock y pianista Fito Páez (n. 1963), en el que combinaban géneros y estilos.[9]
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1) Barcelona: marzo de 2010
2) Londres: noviembre de 2010
3) Ciudad del Cabo: noviembre de 2011
4) Nueva York: octubre de 2012
5) Bruselas: marzo de 2013
Sesión extraordinaria en Bruselas: septiembre de 2014.
En abril de 2004, como delegado permanente de la República Argentina ante la UNESCO, el embajador Miguel Ángel Estrella presentó el proyecto "La Voz de los Sin Voz" en el Salón Dorado del Palacio San Martín (sede del Ministerio de Relaciones Exteriores de la República Argentina).[14]
Es miembro de la asociación France-Libertés, fundada por Danielle Mitterrand.[13]
Cada año, Miguel Ángel Estrella realiza un centenar de conciertos en Oriente Medio, en África, en los países del Este Europeo, y en los países de sus Dos Patrias, Europa y América Latina. El público le brinda un recibimiento caluroso, tanto en el Teatro Colón de Buenos Aires como en la sala Pleyel de París, en los centros de jubilados, las cárceles, las escuelas, las fábricas y el campo.[8]
En los últimos años, sus frecuentes viajes a Medio Oriente le permitieron crear la Orquesta para la Paz, con 40 jóvenes pertenecientes a las tres religiones de hijos de Abraham: cristianos, musulmanes y judíos.[8]
Sus grabaciones con obras de Johann Sebastian Bach, Johannes Brahms, Frederic Chopin y Ludwig van Beethoven son consideradas como versiones de referencia.[8]
En una encuesta sobre escuelas pianísticas del siglo XX, realizada por la revista francesa Le Monde de la Musique, Miguel Ángel Estrella es considerado como el heredero natural de Dinu Lipatti y Clara Haskil.[8]
A partir de 2010, abordó columnas de actualidad cultural en el programa Estudio País Bicentenario, transmitido por la TV Pública (Buenos Aires).
En 2010 se estrenó la película El piano mudo, bajo la dirección de Jorge Zuhair Jury (hermano del cineasta y cantautor Leonardo Favio), basada en la vida de Miguel Ángel Estrella.[15]
En 2012, 2013 y 2014, Miguel Ángel Estrella ha sido miembro del jurado del Tribunal Russell sobre Palestina.
Recibió en 2013 una distinción del Senado por su carrera artística y su defensa de los Derechos Humanos.[16]
En febrero de 2016, el Gobierno argentino ―en poder del empresario Mauricio Macri― lo quitó como embajador ante la Unesco. Fue remplazado por el político radical Rodolfo Terragno.[17]
Dirige el cuarteto Dos Mundos, junto a su hijo Javier Estrella, Narciso Espinosa y Raúl Mercado, con un repertorio que incluye clásicos de todos los tiempos y géneros: del tango al folclore, de allí a la música litúrgica y la clásica y también a la canción latinoamericana.[9]
Premios
En 2007 ―durante la Década Ganada (los gobiernos de Néstor Kirchner y Cristina Fernández, entre 2003 y 2015)― fue nombrado embajador argentino ante la UNESCO.
Recibió numerosas distinciones internacionales:[18]
- Comendador de la Orden de las Artes y las Letras, del Ministerio de Cultura de Francia;
- Caballero de la Legión de Honor;
- Doctor honoris causa de la universidad Charles De Gaulle;
- Doctor honoris causa de la Universidad Católica de Lovaina;
- Doctor honoris causa de la Universidad Nacional de Tucumán; en 1988, a instancias de un proyecto presentado por el consejero estudiantil Fernando Korstanje;
- Doctor honoris causa de la Universidad Nacional de Catamarca;
- Doctor honoris causa de la Universidad Nacional de Río Cuarto;
- Doctor honoris causa de la Universidad de París VIII;
- Doctor honoris causa de la Universidad de Rennes II;
- Doctor honoris causa de la Universidad Nacional de Cuyo (2016, en Mendoza);[11]
- Profesor emérito en la Universidad Nacional de Lanús;
- Profesor emérito en la Universidad de Buenos Aires;
- desde 1988, «Embajador de Buena Voluntad» de la UNESCO.
- diciembre de 2000: las Naciones Unidas ―a través del ACNUR (Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados)― le entregó el Premio Nansen por su infatigable lucha por los derechos humanos.
En 2002, el rey de Marruecos le otorgó el Premio de la Paz por su labor a favor de la infancia.[8]
En 2003 fue nombrado Embajador de Argentina ante UNESCO.[8]
Referencias

- ↑ «Miguel Ángel Estrella se presentó en nuestra Sede», artículo sin fecha publicado en el sitio web del gremio UPCN Santa Fe. Consultado el 27 de mayo de 2018.
- ↑ Ministerio de Educación (2013): «Vida de un pianista: Miguel Ángel Estrella», artículo publicado en el sitio web Conectate (Buenos Aires). Consultado el 27 de mayo de 2018.
- ↑ «Eligió tocar para la negrada: Miguel Ángel Estrella, brillante y eterno. "Nunca más vas a tocar el piano. Vos no sos guerrillero, pero sos algo peor: con tu piano y tu sonrisa te metés a la negrada en el bolsillo y les hacés creer a los negros de mierda que pueden escuchar a Beethoven", le decía un coronel uruguayo, durante su cautiverio en Montevideo en 1977, cuando imperaba el Plan Cóndor», artículo publicado el 24 de febrero de 2018 en el sitio web del Semanario de Junín (Argentina). Consultado el 27 de mayo de 2018.
- 1 2 3 «Estrella, un pianista para la esperanza. Fue premiado por las Naciones Unidas», artículo publicado el 5 de noviembre de 2000 en el sitio web del diario de la oligarquía argentina La Nación (Buenos Aires). Consultado el 27 de mayo de 2018.
- ↑ «Chopin: "Piano Concerto No. 1 in E minor", Op. 11 (Martha Argerich, 2010), video publicado en el sitio web YouTube.
Concierto grabado por Martha Argerich, con la orquesta Sinfonía Varsovia el 27 de agosto de 2010 en la ciudad de Varsovia (Polonia).
- Martha Argerich, piano
- Sinfonia Varsovia Orchestra
- Jacek Kaspszyk, director de la orquesta
- 00:43 - Allegro Maestoso
- 21:08 - Romanze – Larghetto (en mi mayor).
- 30:57 - Rondó – Vivace (en mi mayor).
- Encores:
- 40:46 - Chopin: Mazurka in C major, Op. 24 No. 2
- 43:40 - Schumann: «Traumes Wirren» from Fantasiestücke, Op. 12.
- ↑ «Vida de un pianista: Miguel Ángel Estrella», video de 28 minutos publicado en el sitio web del canal Encuentro (creado por Néstor Kirchner). Consultado el 27 de mayo de 2018.
- 1 2 «Entrevista al músico Miguel Ángel Estrella, embajador argentino ante la Unesco: "En el medio de la tortura, la fuerza de la dieron mis muertos"», artículo publicado el 4 de noviembre de 2012 en el sitio web Días de Historia (Buenos Aires). Consultado el 27 de mayo de 2018.
- 1 2 3 4 5 6 7 «Sonamos Latinoamérica: Miguel Ángel Estrella», artículo publicado el 1 de septiembre de 2017 en el sitio web Santa Fe Ciudad. Consultado el 27 de mayo de 2018.
- 1 2 3 4 5 «Miguel Ángel Estrella: "Mi guerra es estudiar cinco horas por día". El mundo de Miguel Ángel Estrella no tiene fronteras, ni tiempo, ni edad. Pero sí tiene sonidos, compromiso social, nostalgias, un pasado en el exilio, y música, mucha música», artículo publicado el 17 de mayo de 2013 en el sitio web del diario La Capital (Rosario). Consultado el 27 de mayo de 2018.
- ↑ Bonasso, Miguel (2003): «Me decía: "Te formaron para tocar para nosotros y elegiste la negrada"», artículo publicado el 12 de octubre de 2003 en el sitio web del diario Página/12 (Buenos Aires). Consultado el 27 de mayo de 2018.
- Es el flamante embajador argentino ante la Unesco, la entidad cultural de la que es hace años embajador de buena voluntad. Sigue en su casa de siempre, «sin creérsela», tocando el piano. En este diálogo, recuerda sus dos años de prisión y tortura en Montevideo, cuando fue secuestrado, salvó su vida por la presión del mundo, pensó que nunca más podría usar sus manos y un coronel sanguinario le explicó que era «un traidor de clase». [...]
«Él manejaba los interrogatorios. Me decía: "Vos nunca más vas a tocar el piano. Porque tú no sos guerrillero, sos algo peor: con tu piano y tu sonrisa te metés a la negrada en el bolsillo y les hacés creer a los negros que pueden escuchar a Beethoven"», evoca el Chango Miguel Ángel Estrella, y la sonrisa que perturbaba al coronel uruguayo José Nino Gavazzo reaparece triunfal sobre los abismos del terror y la muerte que conoció en carne propia en el Montevideo de 1977, cuando imperaba el Plan Cóndor.
Y el cronista piensa que tal vez el coronel Gavazzo desde su lógica perversa descubrió una verdad esencial, porque esa sonrisa de dientes grandes que ilumina la cara angulosa del gran pianista tucumano es la demostración mayor de que el Chango, como pretendía Rudyard Kipling, ha sabido tratar «al triunfo y a la derrota como a dos impostores».
Ahora es el flamante embajador argentino ante la Unesco, donde ya era desde hace más de veinte años «embajador de buena voluntad», pero ni el recuerdo de la muerte, ni todos los triunfos y condecoraciones mundiales recibidas en cuarenta años de carrera internacional bastaron para malversar su alma de cristiano primitivo, que brinda la sonrisa y una pasta frola excepcional en la cocinita de su casa de la entrañable cortada Renán, la misma donde habitó con Marta, el amor de su vida, muerta en 1975. La misma casita humilde que pintó de rosado en noviembre del ’72, para ofrecerle el balcón al Viejo, que regresaba al país tras 17 años de exilio. La misma donde una noche de los setenta se puso a ensayar Brahms y logró, sin proponérselo, que el vecindario se agolpara frente a la puerta y los vecinos lo escucharan sentados en la vereda, como antes lo habían escuchado religiosamente los coyas de Salta y Jujuy o los peones del azúcar de la FOTIA tucumana, como lo escucharían después los habitantes de las villas miseria de todo el mundo, a los que restituiría durante décadas la propiedad perdida de Beethoven y Bach ―que el coronel quería expropiar― llevándoles su Música Esperanza, que es más que una fundación o una ONG: es el viejo intento de que la cultura sirva para restablecer, en algún oscuro día de justicia, los derechos del hombre.
Llamarse Estrella es una premonición que arroja muchos significados. Su apellido en árabe es Najem (o Nayem, en la pronunciación española). Cuando sus abuelos inmigrantes llegaron a estas tierras, el funcionario de Migraciones les preguntó su nombre y el abuelo se limitó a señalar el cielo varias veces, sin decir una palabra. El funcionario vaciló unos segundos y luego ordenó: «Pónganle Estrella a estos turcos de mierda». Había acertado: «nayem» significa ‘estrella’ en árabe.
Quienes lo visitan en la casita de la calle Renán [en Buenos Aires] y se lo encuentran de jeans o bermudas, enarbolando la sonrisa hospitalaria, no dudan cuando el nuevo embajador en la Unesco afirma: «Yo no me la creo, si alguna vez me enfermo de "importancia" los autorizo a que me den una patada en el culo».
El diálogo que Página/12 sostuvo hace pocos días con Estrella fue mucho más que una entrevista periodística: la continuación de un encuentro mágico en el México del exilio, en la casa de Gerardo Bavio y Pila Garbarino, donde el Chango (recién liberado) se encontró con Jaime Dri, que había sido secuestrado como él, en Montevideo, el 15 de diciembre de 1977. Los que estábamos presentes fuimos sacudidos por sus exclamaciones: los dos se enteraron en ese momento de que el prisionero que habían sentido gritar en las sombras de la prisión clandestina era el hombre que tenían delante.
En rigor habían caído en el marco del mismo operativo de las Fuerzas Conjuntas, que empleó a cientos de sicarios armados hasta los dientes y apoyados por helicópteros. La casa que habitaba Estrella, con sus pequeños hijos Javier y Paula y «dos compañeros entrerrianos», estaba en la mira de los militares argentinos y uruguayos. A esa casa debía ir Jaime Dri el día que cayó. A esa casa concurría el Oveja Carlos Valladares, un viejo amigo del pianista, que había trabajado en Tucumán con su padre. El Oveja ―que era militante montonero y murió poco después tomando la pastilla de cianuro―, había sido filmado secretamente por los servicios en la puerta de la casa montevideana del pianista. Estrella no era montonero (como bien lo sabía el coronel Gavazzo), pero era incapaz de negarles hospitalidad a sus amigos. Y lo pagó muy caro.
La tragedia se anticipó a sus planes: el pianista y sus hijos estaban a punto de abandonar Montevideo para pasar las fiestas en Buenos Aires y luego dirigirse a México, cuando irrumpió la patota del coronel. Lo llevaron de los pelos a una casa clandestina cercana al aeropuerto de Carrasco (en Montevideo) y lo torturaron con picana y colgándolo de una roldana, junto a un desconocido que gritaba ―como él― en la tiniebla. Al desconocido (Jaime Dri) lo trasladarían luego a las mazmorras de la ESMA. El pianista estuvo a punto de sufrir el mismo traslado clandestino. Lo salvó una gigantesca campaña internacional, conducida, entre otros, por dos grandes músicos: Nadia Boulanger y Yehudi Menuhin. La Unesco, curiosamente, jugó un papel decisivo para salvarle la vida. Pero no pudo impedir que la dictadura uruguaya lo encerrase durante más de dos años en el penal, que por una siniestra ironía los militares orientales se empeñaban en llamar Libertad.
En octubre del 2003, en la casa de la calle Renán, el concertista revivió su temporada en el infierno, sin odio ni rencor, exaltando con talento de narrador lo que Jean Paul Sartre decía con respecto a la resistencia de los prisioneros del nazismo: «Mientras haya una sola conciencia libre, ellos habrán fracasado».
El infierno de Carrasco
La veíamos venir. La olíamos. Una tarde, mientras estaba en el jardín con los chicos, vimos dos helicópteros sobrevolando la casa. Luego supimos por los vecinos que había cincuenta autos en las cercanías con tipos armados hasta los dientes. Mi hijo Javier, que estaba por cumplir once años y había perdido a su madre dos años antes, me abrazó llorando y me dijo: «Ahora te van a matar a vos: yo no quiero vivir más, papá». Mi hija Paula, de ocho años, vio cómo secuestraban a una de las chicas que vivía en casa. Yo había arreglado con una vecina que se los llevara, pero fue tal el terror que causó el operativo que los dos chicos se fueron solos, de la manito y temblando en busca de una familia amiga que vivía a unas diez cuadras.
Cuando me llevaron quedé encerrado en la capucha, con los ojos tapados por algodones. Y me torturaron encapuchado. Para bancarte la tortura tenés que buscar argucias para no cantar. Una de ellas era mística, mi relación con Dios. Una vez repetí más de treinta veces a los gritos: «Padre nuestro que estás en los Cielos».
Me enfermé con una diarrea que no paraba y venía un capitán a decirme: «Sos un paquete nada más, que después tiraremos en otro lado». El jefe (luego supe que era el coronel Gavazzo) que me reprochaba mi traición de clase: «A vos te formaron para tocar para nosotros y elegiste la negrada». A veces, el coronel se sinceraba respecto a las diferencias entre la dictadura uruguaya y la argentina: «Vos decís que esto es un infierno. Pero yo voy a los chupaderos de Buenos Aires y salgo vomitando. Acá estás en un paraíso. No te matamos porque no podemos, pero te vamos a destruir totalmente. Nunca más serás el padre de tus hijos. Nunca más tocarás el piano. Nunca más serás el amante de una mujer. Tenemos métodos muy sofisticados y si a los dieciocho años, que es el tiempo que te vamos a guardar acá, seguís con esa sonrisa te vamos a matar. Porque sos un tipo que tiene fe y eso te lo vamos a sacar». Las manos, hermano, las manos. Durante seis días me ataban las manos a la espalda y me hacía el simulacro de cortármelas con una sierra eléctrica.
Entre los que me torturaban había una mina terriblemente sádica. Con esa mina yo hablé; era una mina de veinte años hecha mierda. Me acuerdo que era la más activa en la tortura. Desde el momento en que me secuestraron y me llevaban atado en el camión, empezó a pisotearme la cabeza. Empecé a distinguirla por la voz, porque tenía registradas las voces de los que nos pegaban y también las voces de los compañeros; llegué a contar 22 timbres diferentes. (Uno de los cuales era el de Jaime Dri.).
Un día esta mina de veinte años viene y me desata las manos y comienza a acariciármelas. A esa altura yo no tenía ninguna sensibilidad. Los dedos estaban hinchados. Ella me acariciaba y me decía: «Sol, qué hermosas eran tus manos hace unos días, cómo te las destrozaron». (A todos nos habían puesto un apodo y a mí me decían Sol.) Yo me atreví a decirle: «Cómo podés ser tan hipócrita, vos que me metiste tantas picanas en los huevos». Ella respondió: «Ya sé, ya sé». En medio de las sombras y los fantasmas yo me la imaginaba linda, un hembrón, pelo negro, largo, medio mulata. Ella me decía: «No, nada que ver, soy petisa, tengo los labios finos, soy fea, pero sé coger muy bien». «Vos te tenés que salvar», llegué a decirle una vez, en esos diálogos cortos y clandestinos que teníamos cuando estábamos a solas. Y ella me contestó: «No, porque si no me matan ellos me vas a matar vos. ¿O vos me vas a perdonar todo lo que yo te hice?» Le pregunté cómo había llegado a eso. Me contó que vivía en un cantegril (villa miseria, en el irónico argot uruguayo), que un tipo la sedujo, le dio un poco de droga y al tiempo un día le dijo: «Te llevaría a una sesión rara, pero excitante». Y la trajo a una sesión de tortura. «Eso me motivó. Hoy cuanto más violenta soy más me pagan, por eso soy una hija de puta».
No hubo forma de convencerla, me quedó grabada como algo tremendo humanamente: una mina de una villa miseria destrozada por un sistema.
Memorias de la casa muerta
Recién el 15 de febrero (de 1978) supe que estaba en el penal Libertad. Yo siempre digo que en esa cárcel conocí lo mejor del Uruguay, a pesar de que era un laboratorio para destruir seres humanos. Estaba dirigido por psiquiatras. Todos estábamos bajo su control.
Además de los pabellones había cinco pisos. Para cada sector estaba programado un grado diferente de dureza en el trato. Y esto podía cambiar súbitamente para mantenerte en un estado de perpetua alarma. Siempre me he preguntado cómo la inteligencia, la ciencia y el saber pueden estar al servicio de semejante proyecto de destrucción. Ni la correspondencia se salvaba: sólo te dejaban ver las cartas que podían atormentarte o causarte un conflicto. Una vez me escribió la Pila y se podía interpretar que mi vieja había muerto. Me volví loco, fue el único día en que perdí los estribos; quería matar a alguien.
Pero nosotros también teníamos estrategias de resistencia. Los presos nos contábamos todo. Los sueños, los amores que habíamos tenido, cómo eran nuestros hijos, las mujeres que habíamos elegido, los maestros que nos habían marcado. Contarnos era una manera de tener la cabeza ocupada en cosas de la vida.
A mí me tomaron como el preso más solidario. Cuando había algún afloje para repartir la comida decían: «Que reparta el Chango, que con esa sonrisa de oreja a oreja nos hace bien a todos». Había una complicidad para ayudarnos a vivir. Si había un compañero que estaba muy mal a mí me mandaban para hacer «guardia de enfermo». La guardia de enfermo consistía en contar cosas de viajes, de lo que pasaste en tu infancia, los mitos, los «casos», como decimos allá en el Norte. Para mí era como hacer música. Había uno, por ejemplo, al que le habían dado tanto que no hablaba con nadie y lo dopaban. Yo le decía: «Mirame, por lo menos, cuando te hablo». Y nada, él me daba la espalda. Un día le empecé a contar esas historias típicamente santiagueñas y la corté antes de llegar al final. Entonces se dio vuelta y fue el primer gesto de que escuchaba.
El 21 de setiembre de 1978, gracias a la campaña internacional que no paró un solo día, me llegó el mejor regalo: un piano mudo, para recuperar mis ejercicios como pianista. Pero la música estaba siempre presente. Había un prisionero al que llamaban Pirata, porque arrastraba una pata debido a la tortura: durante tres meses lo dejaron sentado y nunca más pudo caminar normalmente, porque se le habían atrofiado los músculos.
Al Pirata, que era un loco por la música y un hiperdotado, yo le daba clases a través de la pared de la celda, con dictados rítmicos. También aprovechaba los masajes que le daba en sus pies atrofiados para completar su instrucción musical, dándole lecciones por escrito. El guardia que nos custodiaba se aburría, se iba para otro lado y yo avanzaba en las lecciones musicales.
El Gato Ember
Una de las técnicas más perversas que utilizaban los psiquiatras del penal consistía en meterte en la celda a tipos con los que inevitablemente ibas a chocar. Ya fuera por cuestiones psicológicas o políticas. Buscando un personaje ideal para que me cayera mal y me fuera a las manos, me metieron un día en la celda al Gato Ember.
Era trosko. No bien entró, olfateó el olor a café (yo era el único preso que gozaba de ese privilegio) y me largó de entrada: «Burguesita la celda, ¿no?» Y yo lo atajé: «Mirá, si me venís con las teorías sobre los pequebú te digo: sí, pequebú hasta la muerte, hermano. Me gusta el café, me gusta el chocolate, me gusta ir al Sorocabana». El no se amilanó: «Tú no sos un pequebú, tú sos un bú».
A Ember le molestaba que yo todas las noches rezara. Rezaba despacito pero rezaba. No podía concebir que un tipo que estaba por cumplir cuarenta años rezara. «Tendrás que acostumbrarte», le dije.
Un día nos teníamos que contar las visitas que habíamos tenido y yo le dije que había venido mi hijo Javier, que se estaba asomando a la pubertad y andaba en sus primeros escarceos amorosos. Había conocido a una chica de la escuela, que se llamaba Concepción y era divina. Y me dijo: «Se me regaló, vos viste, papá». Yo le conté entonces cómo había conocido a su mamá, en un colectivo 105: «Una morena de ojos negros que me flechó desde que subí al colectivo. Estaba sentada y miraba por la ventanilla, incómoda por mis miradas. Yo le pedí que me llevara el portafolio y el tipo que estaba sentado al lado me dijo: "Sentate, pibe y avanzá". Nos bajamos a las diez cuadras y fuimos caminando hasta el pasaje Renán. Cuando oímos los pajaritos en los árboles me pareció estar en Tucumán y le dije a tu madre: "Qué lindo lugar para hacer un nido". Yo no podría decir que se me regaló; en todo caso nos regalamos el uno al otro y fue el amor de mi vida. Javier se largó a llorar y nos cortaron la visita.
De vuelta en la celda le conté al Gato que me había quedado mal y él me salió con una de las suyas: «Lo menos que hiciste con tu hijo fue hacerlo un revolucionario». Me le tiré encima y él me paró, diciéndome: «Tú sabes, no hay dos tipos más diferentes que tú y yo. Yo no te puedo soportar y tú no me soportas a mí. Hagamos un pacto de no hablar».
Durante dos semanas nuestra comunicación se redujo a pasarnos el mate. Los compañeros me decían: «Vamos a tratar de que te cambien de celda, porque se van a destruir ustedes dos». Yo les decía: «No pasa nada porque no hablamos y yo tengo mi teclado».
Entonces, una mañana, el Gato Ember me empezó a hablar. El Gato, que era un tipo insomne y asmático, decidió confesarme una debilidad: «Nunca estuve mejor en una celda que contigo. Nunca en estos siete años pude dormir y ahora duermo. Vos aportás una armonía acá en la celda que no sé de dónde mierda viene». Y agregó: «Disimulá, seguí diciendo que nos llevamos mal para que podamos seguir juntos en la celda».
Lo esencial con este hermano era un ejercicio intelectual que hacíamos: él tenía una capacidad de síntesis increíble. Yo no. Me decía: «Tú empleaste doscientas palabras para contarme eso. Ahora eso mismo lo podés decir con sesenta». Y empezábamos a sintetizar. Fue una cosa extraordinaria para mí, era como hacer música con alguien.
«Te amamos, Chango»
El día que me liberaron yo no sabía que estaba por salir, pero el Gato, tocándose la nariz, profetizó: «Libertad para ti». Me habían sacado para la enfermería pero yo no tenía nada.
El momento de la libertad fue un momento extraordinariamente fuerte, me temblaban las manos. Hasta el último minuto me dijeron que me trasladaban a otra cárcel. Eso formaba parte del sistema de desgaste, pero yo le creí al instinto del Gato. Fui celda por celda, diciéndoles «capaz que me voy» y repartiendo mis pertenencias. No me permitieron que le dejara el teclado mudo al Indio, un compositor al que le daba clases de piano sin piano.
Salí a la hora del recreo, escoltado por un milico que me iba pegando. Al que le dije: «Hijo de puta, ¿no te das cuenta de la belleza de este momento?». Los compañeros habían salido todos a las ventanas que daban al patio y me gritaban: «Chango, no te olvides de nosotros. Viví, viví a full. Te amamos, Chango». Yo me puse a llorar. Con el piano al hombro y ese tipo que me pegaba.
- Es el flamante embajador argentino ante la Unesco, la entidad cultural de la que es hace años embajador de buena voluntad. Sigue en su casa de siempre, «sin creérsela», tocando el piano. En este diálogo, recuerda sus dos años de prisión y tortura en Montevideo, cuando fue secuestrado, salvó su vida por la presión del mundo, pensó que nunca más podría usar sus manos y un coronel sanguinario le explicó que era «un traidor de clase». [...]
- 1 2 «Doctorado honoris causa para el pianista Miguel Ángel Estrella. La UNCuyo lo distinguirá el jueves 5 de mayo 18.15 en la Nave Universitaria», artículo publicado el 2 de mayo de 2016 en el sitio web del Diario Uno (Mendoza). Consultado el 27 de mayo de 2018.
- 1 2 3 4 Gorodischer, Julián (2005): «Miguel Ángel Estrella homenajea en París a su “ángel liberador”. Es Yves Haguenauer, que murió el domingo pasado. Recorrió el mundo para rescatar al pianista de la dictadura uruguaya. “Reunió a los artistas más grandes del siglo y me salvó la vida”, recuerda Estrella», artículo publicado el 20 de enero de 2005 en el sitio web del diario Página/12 (Buenos Aires). Consultado el 27 de mayo de 2018.
- 1 2 «Biografía de Miguel Ángel Estrella», artículo en español publicado en el sitio web Portal Unesco. Consultado el 27 de mayo de 2018.
- ↑ «Miguel Ángel Estrella, representante argentino ante la UNESCO, presentó el proyecto "La voz de los sin voz"», artículo publicado el 30 de abril de 2004 en el sitio web MRECIC (Buenos Aires). Consultado el 27 de mayo de 2018.
- ↑ «Esta noche en el Complejo Guido Miranda. Miguel Ángel Estrella, piano de lujo para la Orquesta Sinfónica del Chaco», artículo publicado el 31 de marzo de 2011 en el sitio web del Diario Norte (Resistencia). Consultado el 27 de mayo de 2018.
- ↑ Miguel Ángel Estrella recibió la distinción de honor del Senado
- ↑ «Oficializan la designación del dirigente radical Rodolfo Terragno como embajador ante la Unesco», artículo publicado en el sitio web del diario Clarín (Buenos Aires). Consultado el 27 de mayo de 2018.
- ↑ «Miguel Ángel Estrella: Homenaje a la música», artículo publicado el 22 de febrero de 2017 en el sitio web de Radio Nacional Argentina (Buenos Aires). Consultado el 27 de mayo de 2018.
- Portal de la UNESCO (biografía de Estrella).
- MetaCafe.com (video del concierto de Estrella sobre Bach el 11 de noviembre de 2006 en Niza).
- YouTube.com (entrevista en 1985 con Miguel Ángel Estrella).
- YouTube.com (toca el primer movimiento de la Sonata op. 35, de Chopin; en el homenaje a Evita que se realizó en el Teatro Colón de Buenos Aires).
- LaFogata.org (Estrella cuenta acerca del año que estuvo preso de la dictadura militar uruguaya).
- «Miguel Ángel Estrella (pianista)», entrevista brindada en el programa La Inmensa Minoría, del periodista Reynaldo Sietecase, publicada en el sitio web Radio Cut (Buenos Aires).
- «Vida de un pianista: Mona Moncalvillo entrevistó a Miguel Ángel Estrella», artículo publicado el 2 de julio de 2017 en el sitio web de Radio Nacional (Buenos Aires). Consultado el 27 de mayo de 2018.
- «Argentina presenta en Cuba programa de la Unesco. El subsecretario de relaciones institucionales de la cancillería argentina, José Vitar, presentó en La Habana un programa que rescata tradiciones populares en Latinoamérica, creado en 2005 por el pianista Miguel Ángel Estrella», artículo publicado el 28 de octubre de 2012 en el sitio web Cuba Sí (La Habana). Consultado el 28 de mayo de 2018.
- «Los escritores Eduardo Galeano y Julio Cortázar, la cantante Nacha Guevara y el compositor Miguel Ángel Estrella figuraron en las listas negras de la última dictadura argentina (1976-1983), difundidas hoy», artículo publicado el 7 de noviembre de 2013 en el sitio web Cuba Sí (La Habana). Consultado el 28 de mayo de 2018.
- «El Ministerio de Defensa argentino difunde listas negras de última dictadura», artículo publicado el 7 de noviembre de 2013 en el sitio web del diario Granma (La Habana). Consultado el 28 de mayo de 2018.
- «Film on Holguin’s Tumba Francesa de Bejuco at UNESCO», artículo en inglés publicado el 6 de mayo de 2015 en el sitio web de Radio Angulo. Consultado el 28 de mayo de 2018.
- Puyol, Johanna (2007): «Entrevista con Miguel Ángel Estrella. La mayor esperanza: un piano y una sonrisa», artículo publicado el 2 de enero de 2007 en el sitio web La Jiribilla (La Habana). Fotos: Víctor Junco. Consultado el 28 de mayo de 2018.
- El maestro conmovió el sábado al auditorio de la sala Nicolás Guillén, en La Cabaña, con su excelente interpretación de Chopin, que dedicó a los Cinco Héroes Cubanos, cuyos familiares estaban presentes, y a todos los prisioneros de «ese régimen detestable».
- «Cuba y Argentina presentan en UNESCO el documental "La tumba francesa de Bejuco"», artículo publicado el 6 de mayo de 2015 en el sitio web del Ministerio del Exterior de la República de Cuba. Consultado el 28 de mayo de 2018.
- Estrada Betancourt, José Luis (2007): «Concierto cerrará Feria del Libro en la capital cubana. El afamado músico latinoamericano Miguel Ángel Estrella tocará con la Orquesta Sinfónica Nacional», artículo publicado el 18 de febrero de 2007 en el sitio web Juventud Rebelde. Consultado el 28 de mayo de 2018.
- «Carta de Cristina Fernández de Kirchner: Dos 25. Un solo Fidel», artículo publicado el 28 de noviembre de 2016 en el sitio web Mujeres (Cuba).
- El 25 de mayo de 2003 lo conocí personalmente [a Fidel]. Treinta años después de haber estado en la misma plaza [el 25 de mayo de 1973) festejando el fin de la dictadura y la asunción de Cámpora, hablaba mano a mano con Fidel Castro, la noche que mi compañero asumía como presidente de la Nación.
Más tarde nos encontramos en la Cancillería, escuchamos juntos a Miguel Ángel Estrella, el concertista de los changos cañeros [trabajadores que recogen caña de azúcar] en Tucumán. Había terminado de ejecutar una de sus memorables interpretaciones. Otro país y muchos sueños. [Se refiere a que entre 2003 y 2015 sucedió en Argentina la Década Ganada: los gobiernos de los Kirchner].
Lo volví a ver en La Habana, en enero del 2009, casi dos años después de haber asumido mi primera presidencia, en mi primera visita oficial a Cuba. La prensa canalla global decía que Fidel había muerto y que «el régimen» lo estaba ocultando. Le pedí a Raúl si podía verlo a Fidel: me miró fijo y me dijo que no. Le insistí, no me acuerdo con qué argumentos, pero debieron ser convincentes porque al otro día me vino a buscar él, personalmente, en un auto y me llevó a verlo.
No estaba en su casa. Me recibió en una pequeña sala de estar, de uno de los tantos establecimientos de salud con que cuenta la isla, junto a Dalia, su compañera, que no se despegó un instante de su lado. Me acuerdo que en esos días Obama había asumido como el primer presidente afroestadounidense de EE. UU. y un optimismo voluntarista ―ahora puedo decodificarlo― nos invadía a muchos, aunque no a todos. Debo reconocer que Néstor fue escéptico desde un primer momento.
Cristina Fernández de Kirchner, presidenta de Argentina
- El 25 de mayo de 2003 lo conocí personalmente [a Fidel]. Treinta años después de haber estado en la misma plaza [el 25 de mayo de 1973) festejando el fin de la dictadura y la asunción de Cámpora, hablaba mano a mano con Fidel Castro, la noche que mi compañero asumía como presidente de la Nación.