Ciencia y Tecnología en Cuba (Siglo XIX)
|
Siglo XIX
Personalidades científicas
En 1800 y 1804 estuvo brevemente en Cuba el gran explorador y eminente geógrafo y geólogo alemán Alejandro de Humboldt. Recopiló información sobre el país y recorrió algunas zonas del mismo, como resultado de lo cual publicó, en 1826, en francés, su Ensayo Político sobre la Isla de Cuba (al año siguiente se editó en español). Humboldt ofrece, por primera vez, una visión sintética, pero con cierto grado de detalle y ciertamente documentada, de la sociedad y la naturaleza cubanas. Esta obra influyó notablemente sobre la intelectualidad criolla de entonces y Humboldt llegó a ser considerado, por algunos, como “el segundo descubridor de Cuba”.
Por la misma época, en 1802, llegó a Cuba el segundo obispo de La Habana
Entre los profesores del Seminario (donde estudiaban muchas personas que no aspiraban a convertirse en sacerdotes) despunta con especial relieve el presbítero Félix Varela Morales (1788-1853), quien dio inicio a una tradición de pensamiento en Cuba, la cual mantuvo su influencia durante todo el siglo XIX. En la obra de Varela, especial significación tenía la enseñanza de la ciencia y, sobre todo, de la manera de pensar en términos científicos, apartándose de la lógica escolástica. Para coadyuvar a ello, Varela organizó (mediante clases de física experimental y los correspondientes textos), la enseñanza de la física moderna (que seguía los preceptos establecidos por el genial físico inglés Isaac Newton), como ariete para desplazar la educación escolástica que predominaba en la Universidad. Centenares de estudiantes asistían a sus clases sobre temas filosóficos, científicos y acerca de la constitución liberal española de 1812. Elegido diputado al parlamento español en 1821, se opuso al restablecimiento del absolutismo monárquico y, bajo pena de muerte, tuvo que exiliarse permanentemente. Varela preconizó en su destierro la posibilidad de la independencia de su patria y de la abolición de la esclavitud, y fue el primer intelectual cubano de relieve en hacerlo.
Los seguidores de Varela (entre los cuales se hallaban figuras tan distinguidas
En 1817 se creó el Jardín Botánico de La Habana, teniendo como primer director al criollo José Antonio de la Ossa. Esta fue la primera institución científico-investigativa creada en Cuba, aunque realmente alcanzó auge sólo desde que en 1824 el polígrafo gallego Ramón de la Sagra Periz (1798-1871) asumiera de hecho su dirección, bajo los auspicios del conde de Villanueva. El jardín se hallaba en los terrenos del Capitolio Nacional. Sagra impartió extensos cursos de botánica, fundó una revista científica y coleccionó plantas y animales que luego fueron descritos, sobre todo por naturalistas franceses, en su monumental (12 grandes volúmenes) Historia Física, Política y Natural de la Isla de Cuba, profusamente ilustrada, y publicada en francés y español en París, entre 1837 y 1857. Sagra escribió las partes referentes a la geografía, la política, y la economía, así como la introducción a la sección de historia natural.
En 1823 se produjo el restablecimiento, promovido por Tomás Romay, de la enseñanza práctica de la medicina (con disecciones), interrumpida desde hacía algunos años. Ello tuvo lugar en el Real Hospital Militar de La Habana, al cual se adscribió un Museo de Anatomía, dirigido por el cirujano español Francisco Alonso Fernández, y luego por el estrecho colaborador de este, el habanero Nicolás José Gutiérrez Hernández (1800-1890). De este año data el primer intento de Gutiérrez por establecer una sociedad médica. Renovado en 1826, como propuesta de una Academia de Ciencias Médicas, sólo se materializó 35 años más tarde. En 1836-37 Gutiérrez realizó una estancia de estudios en hospitales parisinos, como resultado de la cual introdujo en Cuba el estetoscopio y varias técnicas para la realización de operaciones mayores. Su ejemplo de “viajar a París” para estudiar medicina (y también otras materias) fue seguido por muchos jóvenes cubanos en años posteriores. En 1840 fundó la primera revista médica cubana, el Repertorio Médico Habanero.
A propuesta de Ramón de la Sagra, vino a Cuba, en 1836, el químico español,
Álvaro Reynoso (1829-1888), graduado de química en la Universidad de París, dio al Instituto fundado por Casaseca su mayor relieve, en gran medida con fondos provenientes de su herencia familiar. En 1862, Reynoso publicó una visión integral del cultivo de la caña de azúcar, con varias recomendaciones para mejorarlo. Este fue su Ensayo sobre el Cultivo de la Caña de Azúcar, rápidamente traducido al francés, el holandés y el portugués. Tuvo, sin embargo, poca acogida en Cuba. Reynoso también desarrolló, durante una prolongada estancia en París, una nueva tecnología industrial azucarera, cuya relevancia no ha sido aún adecuadamente evaluada, pero que lo convierte, quizá, en el más importante de los inventores cubanos. Agotó su fortuna en estos empeños y falleció en La Habana, en la mayor pobreza.
En 1838 publicó Felipe Poey (1799-1891) el primer texto para la enseñanza de la geografía de Cuba, que –bajo diversas denominaciones– tuvo un total de 19 ediciones. En ese mismo año organizó un modesto Museo de Historia Natural. Felipe Poey, uno de los grandes naturalistas de América durante el siglo XIX, publicó en los años cincuenta sus importantísimas Memorias sobre la Historia Natural de la Isla de Cuba. Pero su obra magna es la Historia Natural de los Peces de Cuba, también conocida como Ictiología Cubana, que mereció premios y reconocimientos internacionales, pero que –pese a todos los esfuerzos al respecto– sólo vino a publicarse completa en el año 2000. Se trata de un empeño verdaderamente monumental, que coloca a su autor entre los grandes ictiólogos de todos los tiempos.
Desde 1850, aproximadamente, el hijo mayor de Felipe Poey, Andrés Poey Aguirre (1825-1919), estableció un pequeño observatorio meteorológico, y comenzó a informar de sus observaciones a instituciones de Francia y Estados Unidos. En 1857 se decidió crear, con carácter oficial, el Observatorio Físico-Meteórico de La Habana, que fue colocado bajo la dirección del propio Andrés Poey. Este se vio posteriormente involucrado en la creación de un observatorio meteorológico para la “Comisión Científica de México” (que se estableció durante la intervención franco-hispana en ese país). En 1869 fue cesanteado por las autoridades coloniales y, en definitiva, se radicó en Francia, donde se distinguió como un ardiente positivista y pacifista. Las principales observaciones meteorológicas de Andrés Poey Aguirre tienen que ver con la clasificación y el movimiento de las nubes. El vacío dejado por su observatorio fue ocupado por el Observatorio del Colegio de Belén, que desde 1870 estuvo dirigido por el padre Benito Viñes Martorell (1837-1893), meteorólogo catalán que realizó aportes relevantes al estudio de los ciclones tropicales, incluyendo una teoría empírica sobre su traslación.
Primer acueducto
No puede dejar de mencionarse el mayor logro de la ingeniería civil en Cuba durante el siglo XIX, que fue la fabricación de un moderno acueducto para la ciudad, diseñado y construido por el ingeniero cubano Francisco de Albear (1816-1887), quien llegó a ser brigadier del cuerpo de ingenieros del ejército español. Este acueducto, monumental para su momento y circunstancias (su diseño mereció medalla de oro en la Exposición Internacional de París, de 1878), se comenzó en 1856, pero no se terminó hasta 1893, seis años después de la muerte de Albear. Constituyó un aporte notable a la higiene de La Habana y al bienestar de sus habitantes, y todavía funciona.
Industrialización azucarera
Desde los años cuarenta tuvo lugar en Cuba el proceso de industrialización azucarera, cuyo primer eslabón fue el empleo de la máquina de vapor y su difusión (que se produjo sobre todo en estos años), una vez resuelto el problema de su acoplamiento a los molinos. Ello fue seguido por la introducción de otras máquinas (desarrolladas en Europa, para la industria de azúcar de remolacha), como la serie adquirida en 1841 para un ingenio de la zona de Matanzas, que incluía el molino o trapiche horizontal, con su estera móvil, defecadoras (para calentar, decantar y clarificar el guarapo), filtros de carbón y evaporadores al vacío. El propio fabricante, el francés Derosne, tuvo que venir a Cuba a instalar estos equipos porque en el país no había quien supiese hacerlo. Los ingenios tuvieron que contratar personal técnico (obreros libres) para manejar estos aparatos; pero la posibilidad de aumentar grandemente la producción industrial dependía, en última instancia, de un gran aumento en la fuerza de trabajo esclava (para suministrar suficiente caña al ingenio), lo cual indujo un incremento extraordinario del tráfico negrero.
En año de 1857 se inició una crisis económica en Europa y los Estados Unidos que aceleró el proceso de descomposición de la “economía de plantación” cubana, afectada ya por la lucha contra la esclavitud en varios países y por el endeudamiento de los hacendados criollos con los comerciantes españoles (principales introductores de esclavos, en barcos sobre todo estadounidenses). En Cuba, esa crisis fue acompañada por un nuevo auge de la corriente política reformista y por la intención del gobierno español de atraerse el favor de las capas medias criollas. Sin embargo, las negociaciones entre los reformistas y el gobierno de la metrópoli fracasaron en 1866, lo cual abrió el camino hacia la insurrección armada que se inició en 1868 (la Guerra de los Diez Años).
Mayor logro científico del siglo
El mayor logro científico alcanzado por un investigador cubano durante el
El trabajo era demasiado “heterodoxo” para los médicos de la época (tanto cubanos como muchos extranjeros que lo conocían) y, aunque Finlay continuó reportando los resultados de sus experimentos, casi nadie tomó en serio su teoría. Téngase en cuenta que las ideas y trabajos de Finlay sobre la trasmisión de una enfermedad de una persona a otra por un insecto fueron pioneros en el mundo. Nadie había hecho antes tal afirmación. La comprobación oficial de su teoría por otro investigador se produjo casi 20 años más tarde.
Positivismo en Cuba
En las últimas décadas del siglo XIX alcanzó gran auge entre los médicos cubanos
En 1882, José Martí publicó, en Nueva York, un extraordinario ensayo al respecto, en ocasión de la muerte de Darwin. En 1890, todos los profesores de historia natural de la Universidad eran partidarios de la evolución y rechazaban la creación independiente de las diferentes especies biológicas. Esta tendencia la había iniciado Felipe Poey desde 1862, al introducir concepciones evolucionistas en sus clases.
Véase también
Fuente
- Breve esbozo del desarrollo de la ciencia y la tecnología en Cuba. El período colonial tardío (siglo XIX). Disponible en: Resultados de la Ciencia en Cuba. Red de la Ciencia